Regular (no legalizar) la prostitución

El debate sobre la regularización de la prostitución está muy presente en los medios estas últimas semanas. Hace unos días, Esperanza Aguirre decía una verdad como un templo: pedía regular la prostitución porque "lo demás es una hipocresía". Y tiene toda la razón.

Hoy, Ana Botella debió de confundir términos y dbnews va a tratar de ayudarla. La concejala del ayuntamiento de Madrid aseguró que está "totalmente en contra de la regularización de la prostitución", fenómeno que calificó de "semiesclavitud", y opinó que es una actividad que va "en contra de la dignidad de la mujer".

ERROR. Vamos por partes. Nadie está hablando de legalizar sin más la prostitución, sino de regularizarla, esto es, adecuar a derecho una situación de hecho o irregular. Eso quiere decir que cualquier tipo de proxeneta quedaría desterrado a la ilegalidad, que cualquier trata de blancas, coacción o esclavitud sexual serían perseguidos por la ley. Habría más higiene, menos violencia, menos infecciones por ETS y, desde luego, se respetarían los derechos de ese colectivo.

Pero es que no tenemos que olvidar que, en esto de la prostitución, hay mucho de libre ejercicio. Por supuesto que hay chulos y casos de esclavitud sexual, eso es innegable, pero tampoco se puede obviar que al encanto del dinero fácil se han arrimado muchos y muchas.

El otro día, sin ir más lejos, me contaban que "una amiga de mi hija se ha hecho puta". Así, en frío y sin adelantarme nada. Al parecer, la chica tiene 18 años y atiende por el mote de 'la ninfómana' entre sus allegados, lo que da una idea de que su afición preferida no es coleccionar sellos. Esa chica ha visto que por hacer lo que normalmente hace, y pudiendo seleccionar cliente, puede ganar mucho dinero. Y dicho y hecho.

No voy a juzgar aquí, aunque dé mucho juego, la catadura moral de esta joven, tan sólo es un ejemplo para ilustrar que en ese negocio hay gente, tanto hombres como mujeres, que se dedican voluntariamente a ello. No en vano, una prostituta de semi lujo puedo cobrar cerca de los 1.000 euros con lo que, con tres servicios al mes, se levanta medio millón de las antiguas pesetas.

Y como el gobierno y, por tanto, el legislador, no está para valorar la moralidad sino la legalidad, no parece lógico prohibir algo sólo porque vaya en contra de lo que una parte de la sociedad considera inmoral. Que Rouco diga que es pecado y amén (tampoco hace falta que vuelvan a gastar un dineral en vallas con linces).

Y menos aún cuando dejamos, por diplomacia, que Berlusconi ninguné y denigre a la mujer sin mostrar el menor síntoma de desagrado. Qué curioso esto de la diplomacia. Uno la puede pisotear y el otro, en cambio, la tiene que respetar. ¿Se invertirán los papeles en algún instante? ¿Llegará el momento en que el bueno de Moratinos le regale a Berlusconi una caja de viagra en medio de una cumbre bilateral? No me digan, al menos, que la imagen no es sugerente.
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