Que dejen de hablar de El Cairo

Hoy he cometido una de esas imprudencias que a veces me acontecen: he leído a algunos de los columnistas de ABC. Sí, lo sé : no todos los que están lo son, pero todos los que lo son, están. ¿El qué? Bueno, después de leer este blog, pongan ustedes mismos el adjetivo.

Cuando Twitter está que arde y la red entera se ha volcado a criticar a Bisbal por su desgraciado comentario acerca del turismo en las pirámides de Egipto -la verdad, no sé qué sorprende tanto, lo inaudito habría sido que el triunfito hubiera expuesto un análisis político-, otros como Ignacio Ruiz Quintano pasan inadvertidos.  El columnista de ABC se queda tan ancho al escribir que "lo bueno de la derrota del Madrid es que la gente ha dejado de hablar de El Cairo". No sé exactamente qué refleja este planteamiento, si la superficialidad del autor o de sus lectores -imagino que los tendrá-. Sea como fuere, preocupante.

Pero si uno acude al espacio de Hermann Tertsch, al que tenía el placer de no leer desde hace mucho tiempo, encuentra que el periodista teme "que pronto tengamos a este país, clave de la región y líder del mundo árabe, en manos de los islamistas radicales de la Hermandad Musulmana, dedicados a la creación de una república islámica. Es lógico que ese escenario siembre el terror allá donde se dibuje". Tertsch parece desear un Egipto diseñado a la medida de Europa y, si puede ser cristiano, mejor... "que los moros son infieles", que diría algún patán.

Tersch contempla la revuelta egipcia con bastante excepticismo y sostiene que "resulta bastante infantil creer que la caída de Mubarak puede reconducirse rápidamente hacia un gobierno democrático". Se equivoca, la "reconducción hacia" ha de ser rápida, inmediata, -y lo puede ser-, lo que tardará en instaurarse es la democracia que, como vemos día a día en nuestro propio país, necesita un buen repaso reformista para seguir siendo el menos malo de los sistemas de representación.
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