Vida sin Gadafi

Imaginen que son trabajadores en una obra cuyo capataz es un negrero. Les presiona, les golpea, les obliga a hacer horas extra sin benficio alguno, incluso, les baja el sueldo. De vez en cuando, el dueño de la empresa se pasea por la obra y no es rara la vez que no ve algún que otro latigazo a un trabajador. Los resultados se disparan y la productividad roza máximos históricos... ya se sabe, mucha producción y poco sueldo. Cada mes, el dueño le paga al capataz un auténtico sueldazo, en agradecimiento por los buenos resultados y la posición social que éstos le proporcionan.

Pero un buen día, los trabajadores no pueden más, se niegan a trabajar por muchos latigazos que les den. El capataz pierde el juicio y llega a matar a golpes a unos cuantos trabajadores... que se rebelan, que contraatacan y amenazan al capataz... El dueño se pasea por allí, ve el altercado y, consciente de que el capataz tiene todas las de perder, se dirige a los trabajadores y les dice que echen de una vez al subordinado, que les recompensará. Los trabajadores ni le escuchan, expulsan al capataz y, cuando lo han hecho, miran al dueño y se dirigen hacia él para darle su merecido.

Bien... algo así ha pasado en Libia, con la diferencia de que ésto último no sucederá. Los trabajadores son los libios, el malvado capataz es Gadafi y el dueño, somos Occidente, la Comunidad Internacional, que mientras hemos recibido lo que queríamos del capataz, nos ha dado igual que maltratara a los trabajadores. No hemos pensado que, quizás, una empresa bien gestionada con trabajadores motivados sería más provechosa. Cuando los libios están a punto de expulsar a Gadafi, todos con EEUU a la cabeza se ponen en su contra. Es cuestión de horas que el capataz sea expulsado.

En un mundo ideal, el que imagino en mi cabeza, los libios se tomarían la revancha: "¿Quieres petróleo? Déjame ver... sí, tú eras de los que hizo negocios con Gadafi... pues te cuesta el triple. O lo tomas o lo dejas". En un mundo ideal, la Comunidad Internacional debería dejar de hacer culaquier tipo de negocio en países donde se violen sistemáticamente los Derechos Humanos, sin que por ello se vea una acción de neo imperialismo, de occidentalización bajo el maquillaje de la democracia... en un mundo ideal, los libios, cuando triunfen, mantendrían la sarten cogida por el mango y serían ellos los que frieran los huevos.

La vida sin Gadafi lo cambiará todo. Y los libios perderán el mango, pondrán sus huevos y, si hace falta, hasta el aceite. Y se los comerá Occidente. Y los libios se creerán libres y Occidente hablará de Justicia. Y ni una cosa, ni otra, porque apoyar a un dictador no es ser neutral y apoyar una revolución con éxito asegurado no tiene mérito alguno ni redime de delitos previos; porque poner la otra mejilla en Relaciones Internacionales es perpetuar el poder establecido y exponerse a nuevas políticas instrumentalizadoras.

África entera, de una vez por todas, debería dar su merecido a Occidente.
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