En el centro de todo, como el epicentro de la hambruna, Níger, donde el 65% de la población vive con menos de 1,25 dólares al día; donde casi uno de cada dos niños está malnutrido y uno de cada seis muere antes de cumplir 5 años. Al lado de estas cifras, la crisis de los pepinos parece una broma. Una auténtica broma, pero cuando uno vive cómodamente sentado en los países desarrollados, las escalas de valores cambian radicalmente.
Un nuevo gobierno global, que reduzca el hambre, fomente la protección social y se adapte a las condiciones climáticas de cada lugar; un nuevo futuro para la agricultura, con énfasis en los cultivos intensivos a pequeña escala, capaces de crear empleo, de reducir la pobreza; o un futuro ecológico, que haga frente al cambio climático; son los ingredientes de Oxfam en su receta de esperanza. Viendo los últimos resultados de emisiones de CO2, suena aún más utópico que algunas de las medidas de nuevo gobierno que últimamente llegan a los medios.
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El hambre en el mundo. |
Hablamos de los Wal-Mart (400.000 millones de facturación en 2009), de Nestlé (controla el 80% de la producción de leche en Perú y es la mayor compañía de comida en Brasil) o de Cargill, Bunge o ADM que juntas controlan el 90% del comercio global de grano. La crisis económica mundial, en lugar de tratar de arreglar estos desajustes, no está haciendo más que intensificar las diferencias, reduciendo el destino del mundo a lo que dicta ese maldito G-8 con su filosofía del 'sálvese quien pueda'.
No se pierda el informe de Oxfam. Quizás el bofetón de realidad le sacuda por dentro, pero sin duda merece la pena. Al menos, para tener conciencia de que los 'países desarrollados' no lo somos tanto, cegados bajo los criterios de competitividad.
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