La Unión Europea en bloque ha coordinado la condena -y sanciones- al asalto de la embajada británica en Teherán.
Reino Unido, como país afectado, ha sido quien ha tomado las medidas
más contundentes, evacuando a todo su personal y dando 48 horas al
embajador iraní en Londres para que ponga pies en polvorosa. No es para
menos: la invasión de suelo británico -el territorio de una embajada se
encuentra bajo la soberanía de ese país- es una flagrante violación del
Derecho Internacional y el régimen de Mahmoud Ahmadinejad, no sólo no ha
condenado los hechos sino que, además, los ha respaldado y exaltado a
través de los medios oficiales.
¿Tiene motivos Irán para mostrar su malestar ante la actitud de la
Comunidad Internacional? Por supuesto. ¿Le otorga eso la potestad
de cometer o permitir una agresión del calibre del vivido en Teherán? En
absoluto. Uno puede entender que Ahmadinejad no comulgue con la
hipocresía de Occidente -solo quiere la suya propia-. Es lógico que le
saque de quicio que Occidente le imponga duras sanciones económicas por
su programa nuclear mientras Reino Unido, por ejemplo y dado que viene
al caso, ha anunciado esta misma semana que gastará 2.000 millones de
libras (unos 2.400 millones de euros) en nuevas plantas de armas
nucleares. La noticia saltó tras saberse que Reino Unido sustituirá las
cabezas nucleares de sus Trident, los misiles balísiticos para
submarinos con un alcance de de 11.300 km y capacidad para alcanzar a la
vez hasta doceobjetivos distintos.
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