Venezuela pierde un líder y gana un gobierno

Juan Barreto (AFP)
Nicolás Maduro ha ganado las elecciones en Venezuela, aunque con peores resultados que lo esperado. Un punto de diferencia, algo más de 200.000 votos, le ha separado de Henrique Capriles. ¿Le está ganando la partida el neoliberalismo al chavismo? ¿Cuál es el futuro de la revolución bolivariana?

La victoria de Maduro se daba por hecha; quizás no con tanta distancia como prometía el delfín de Chávez, que llegó a hablar de más de 10 puntos de diferencia, pero desde luego con más margen que el finalmente obtenido. Se ha hecho justicia, porque el camino que marcó Hugo Chávez merece una oportunidad de enderezar el rumbo. De haber conseguido la victoria Capriles, no sólo habría sido una derrota para el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), sino para todos aquellos que pensamos que hay otro modo de gobernar un país.

Capriles representa todo lo que la crisis ha traído consigo a Europa. Sus políticas neoliberales tirarían por tierra todos los éxitos logrados por Chávez, como su victoria contra la desigualdad social y la pobreza o la práctica erradicación del analfabetismo. ¿Por qué? Porque su programa es capitalismo puro y enraiza directamente con el catecismo neoliberal y globalizador, ese en el que la soberanía popular es mera servidumbre para los mercados.

Así las cosas, ¿por qué Maduro no ha conseguido una victoria más contundente? Por sus errores en la campaña, puesto que jamás debió confundir el amparo del liderazgo del difunto Chávez -que es legítimo, a pesar de lo expresado por Capriles- con tratar de imitarle. Chávez es inimitable, su carisma y liderazgo son difícilmente clonables y buena parte del pueblo venezolano, perdido su guía, se han dejado encandilar por los cantos de sirena del 'Venezuela somos todos' de Capriles. 

Con todo, Maduro se ha impuesto y debe corregir sus propios errores y los de Chávez, que a pesar de sus éxitos tuvo asignaturas pendientes. Lo primero que ha de hacer el nuevo presidente es rodearse de un equipo excepcional que supla sus carencias frente a Chávez, huir del personalismo que él no puede ejercer y exprimir al máximo el potencial de un Gobierno compacto que prosiga con la revolución bolivariana. Y lo segundo, atajar dos grandes prioridades: la inseguridad y la excesiva dependencia del petróleo en el que se apoya el socialismo extractivista. La senda que marcó Chávez es el camino a seguir y Maduro no ha de tomar atajos.

Por todo el terreno perdido, Capriles habla de derrota de Maduro y un proceso lleno de irregularidades. Así, reclama al Consejo Nacional Electoral (CNE) un recuento de los votos, algo a lo que ya ha accedido el PSUV. En cierto modo, el líder conservador tiene razón: la pérdida de apoyos es una derrota parcial para Maduro pero que, lejos de desanimarle, ha de impulsarle para demostrar al pueblo venezolano que se perdió un líder pero se ganó un gobierno. Por su parte, Capriles, lo quiera o no, es de nuevo el gran derrotado, puesto que ni siquiera en un escenario tan favorable como el que tenía en estas elecciones ha conseguido convencer a la mayoría del pueblo venezolano y eso es una buena noticia para la justicia social.

Ahora toca demostrar que el socialismo no es ciego, que no se embriaga de su victoria y es capaz de hacer un ejercicio de autocrítica para consolidar y ampliar sus logros obtenidos, amplificándolos con la corrección de errores pasados.
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