El fútbol y la política cada vez tienen más cosas en común en España.
En ambos casos, el español actúa como un hincha, defendiendo los
colores de su equipo/partido por encima de todo, culpando siempre a
terceros de los malos resultados cosechados, ya sea al árbitro, al
equipo contrario o al estado del campo. Y ahora, también, tienen en
común que antes del inicio de la liga, ambos abren el mercado de
fichajes.
Parece lógico, incluso
recomendable, que los partidos intenten atraer talento, traten de
integrar en sus filas a quienes consideran que puede contribuir
positivamente a la confección de su programa o la ejecución del mismo.
En definitiva, al que consideren que aporta valor.
Una
cosa bien distinta es cuando se ficha a alguien por los votos que puede
traer consigo, aporte o no valor, entre o no en contradicción con los
principios programáticos del partido. En esos casos, es cuando
aparece el espíritu del hincha que aprovechan las formaciones políticas:
aunque mi partido fiche a alguien que no sea de mi agrado porque entra
en contradicción programática, miro para otro lado porque sigo
defendiendo mis colores.
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