Azuma Hikari representa un futuro, a mis ojos, aterrador. Se trata de "la esposa del futuro", como ya la han bautizado algunos, una suerte de robot holográfico, modo anime, que no sólo aspira a satisfacer ciertas fantasías sexuales sino, además, llegar a enamorar a su pareja del mundo real. Su precio ronda los 2.700 dólares y antes de su llegada al mercado ya había más de 300 pedidos reservados por anticipado. ¿Quiénes son los compradores? Sobre todo, hombres de entre 20 y 30 años.
El pretexto para su invención es que, en Japón, el 60% de las personas solteras de entre 18 y 34 años no tienen ninguna relación con un miembro del sexo opuesto. Sin embargo, el prototipo de Hikari es femenino, no masculino, reproduciendo una vez más ese modelo de "mujer ideal", siempre escuchando y siempre lista para atender los caprichos de su marido, siempre mostrando abiertamente el deseo sumiso de mantener feliz a su hombre.
Con este panorama, uno se pregunta cuánta distancia separa al popular Siri de los iPhone de Apple, que por defecto tiene voz femenina, de Joi, la compañera virtual de Bladerunner 2049 diseñada para satisfacer todos los caprichos del hombre, sexuales incluidos, claro está.
Los avances que se están desarrollando en Inteligencia Artificial podrían no estar dirigiéndose por el buen camino en ciertos ámbitos. Uno podría pensar que ello se debe a que los productos están desarrollados por hombres para hombres. Sin embargo, esto no es del todo cierto.
¿Qué clase de sociedad estamos construyendo? La deshumanización, el regreso de la mujer sumisa, la exclusión de cualquier orientación que no sea heterosexual... Mientras quienes los venden y consumen lo presentan como un enriquecimiento de la interacción humana, yo me pregunto: ¿qué enriquecimiento existe cuando tu pareja -que es como se comercializa- tiene un botón de On/Off?
Con este panorama, uno se pregunta cuánta distancia separa al popular Siri de los iPhone de Apple, que por defecto tiene voz femenina, de Joi, la compañera virtual de Bladerunner 2049 diseñada para satisfacer todos los caprichos del hombre, sexuales incluidos, claro está.
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