La desigualdad digital convertida en una amenaza crítica

 


El Foro Económico Mundial (WEF, por sus siglas en inglés) acaba de publica la decimosexta edición de su Informe de Riesgos Globales, referidos a 2021. En mitad de la tercera de la pandemia de COVID-19 es obvio que ésta ocupa un lugar protagonista, pero no es la única. Ya sucedió algo parecido en 2006, con uno de los brotes de gripe más letal; en 2013 alertando del peligro que representa la resistencia a los medicamentos; en 2016 con el ébola; en 2019 con las amenazas biológicas y, adivinen… en 2020, cuando ni siquiera había estallado la pandemia, advirtiendo de cuán sobrecargados estaban los sistemas de salud.

Uno de los capítulos se centra en las barreras existentes para la inclusión digital, precisamente en un momento en el que todos los expertos afirman que el coronavirus ha acelerado dramáticamente la bautizada como la Cuarta Revolución Industrial, empleando términos tan manidos como “transformación digital” en las organizaciones.

Según expone el informe, tanto el teletrabajo como la expansión del comercio electrónico, la telemedicina o la educación a través de internet continuarán modificando nuestras interacciones tal y como las habíamos entendido históricamente. Sin embargo, este planteamiento está conduciendo a acrecentar aún más la desigualdad, a la que el informe añade la coletilla de “digital”. Tanto es así que considera que será una amenaza crítica durante al menos los dos próximos años, constituyéndose como el séptimo riesgo más probable en el largo plazo.

La brecha digital es innegable y, con ella, se debilita aún más la cohesión social, absolutamente desgastada ya en muchos países, socavando las perspectivas de una recuperación inclusiva. Esta división digital, según el WEF, aparece de las más diversas formas, si bien entre las más comunes se encuentran la misma accesibilidad a la tecnología y las brechas regulatorias.

Sin accesibilidad

Según el informe, el uso de internet varías mucho de unos países a otros, con tasas de penetración superiores al 87% en los países con más ingresos y menores del 17% en los más pobres. Además, dentro de los más ricos, como hemos podido evidenciar en España, millones de personas han quedado digitalmente aisladas durante la pandemia, en términos de trabajo, medicina, educación… WEF no analiza España, pero sí Reino Unido, en donde indica que los hogares más vulnerables han tenido que elegir entre conectividad o alimentos.

En cuanto a las brechas regulatorias, WEF afirma que el 23% de los países prohíbe o censura noticias, limitando de este modo el acceso de sus ciudadanos a recursos digitales. Entre los que no caen en estas prácticas, la legislación va por detrás de la digitalización, lo que ha derivado en cada vez un número más reducido de actores privados concentre más poder en internet.

La automatización

Otro de los peligros de los que yo hace tiempo que viene advirtiendo el WEF es el impacto de la automatización en el empleo. Ya en su último informe de 2020 sobre El Futuro del Empleo, advertía de cómo la automatización puede reemplazar 85 millones de puestos de trabajo en solo cinco años. Empleos, por lo general, de más baja cualificación que, por otro lado, aportan ingresos a los colectivos más vulnerables. Un despropósito ante el cual las economías desarrolladas y emergentes no están dando respuesta amparándose en la necesidad de incrementar la productividad. Asimismo, la cifra de trabajadores y trabajadoras vulnerables no es menor en todo el mundo: WEF calcula que la economía sumergida da empleo al 60% la fuerza laboral mundial.

Desconexión

El informe también llama la atención sobre la paradoja de una sociedad cada vez más desconectada, pese a dispararse la conectividad. La polarización creciente y la desinformación imparable favorecen que se acentúen las brechas, amplificando las fracturas sociales. Al mismo tiempo y como vimos en el último artículo en este espacio, alerta sobre los riesgos que entraña el uso de algoritmos e Inteligencia Artificial (IA). WEF expone cómo ya es una realidad el rastreo de la productividad de los empleados mediante algoritmos o el pronóstico de reincidencia de personas con antecedentes, al tiempo que alerta acerca de cómo individuos y grupos no estatales pueden acceder a algoritmos que pueden difundir contenido peligroso con una eficiencia, velocidad y alcance nunca antes vistos, aludiendo así a la desinformación: El número de países que ha sufrido campañas de manipulación a través de redes sociales organizadas se disparó en un 150% 2017 y 2019.

Análisis parcial

Así las cosas, desde WEF reclaman un mayor apoyo a la educación básica y al aprendizaje permanente puede aumentar la alfabetización digital. Lamentablemente, en las conclusiones de dicho capítulo, no se hace mención alguna a la imposibilidad de muchos grupos vulnerables de acceder a la tecnología.

En España la bofetada de realidad durante el confinamiento fue brutal al ver cómo el problema para un 10% del alumnado no era carecer de conocimientos digitales, sino que ni siquiera tenía acceso a internet. A nivel mundial, según datos de UNESCO, la cifra escalaba al 40% del alumnado, con 826 millones de alumnos sin acceso a un ordenador en el hogar. Lamentablemente, análisis como los de WEF continúan poniendo el acento en los riesgos, no sólo para las sociedades más ricas sino, además, para sus miembros más acomodados, sin aportar soluciones a una exclusión que avanza cada vez más.

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