Del seguimiento ocular a la computación de la atención

 


La tecnología de seguimiento ocular (eye tracking) no es nueva. Gracias a ella, que consiste en un dispositivo que se sitúa frente al usuario y emite una luz infrarroja para detectar hacia dónde se dirige la mirada, personas con discapacidad pueden mover el cursor del ratón con su vista, por ejemplo. Están multiplicándose los casos de uso de esta tecnología y Europa se encuentra en vanguardia.

Aunque en sus orígenes esta tecnología se restringía a entornos de investigación, sus mejoras abren un horizonte muy prometedor. Al principio, realizar el seguimiento ocular era muy complicado y para poder hacerlo se requería que las personas situara la cabeza en un soporte, limitando sus movimientos. No sólo eso, sino que las condiciones de luz tenían que ser muy específicas y no funcionaba con la misma eficacia con todo tipo de ojos.

Una de las empresas decanas en este tipo de tecnología es la sueca Tobii, empeñada en democratizar su uso. Y es que la etnia influye mucho también en el desempeño de este avance, pues tanto la forma del ojo como el color del iris condicionan su efectividad. En esta misma línea, afecciones oculares como el ojo vago, también suponen un reto a esta tecnología.

Tobii nació hace ya dos décadas en Estocolmo y en la actualidad emplea más de 600 personas. En sus primeros pasos se propusieron detectar hacia dónde dirigía su atención la persona a estudiar. Desde entonces y en combinación con otras tecnologías como el aprendizaje automático (Machine Learning, ML) y la Inteligencia Artificial (IA), los propósitos se han vuelto mucho más sofisticados. A ello se suma, además, cómo esta nueva era del seguimiento ocular viene marcada por su complementariedad con la realidad virtual (VR) y la realidad aumentada (AR).

En estos dos últimos frentes los beneficios ya comienzan a percibirse. En el caso de la realidad virtual la experiencia se vuelve mucho más inmersiva sin necesidad de tener que aumentar la potencia gráfica. ¿Cómo es posible? En lugar de renderizar en HD todo el entorno en el que se mueve el usuario, únicamente se hace de manera automática allá donde dirige la mirada, lo que permite una mayor velocidad y resolución sin consumir tantos recursos de computación.

Aunque la base sigue siendo la misma, los usos comerciales que se están dando ahora al seguimiento ocular van desde evaluar las reacciones de las personas ante el lanzamiento de nuevos productos a, incluso, detectar si una persona al volante se está quedando dormida. La propia Tobii cuenta con proyectos innovadores dirigidos a facilitar a las personas con Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA) que puedan manejar el ratón y teclado de su ordenador con la mirada para poder comunicarse cuando han perdido el habla.

Detrás de este tipo de aplicaciones, como la detección de conductores somnolientos, se encuentra el la IA y el ML. Para que el sistema identifique si una persona se está quedando o no dormida, necesita haber sido entrenada previamente, para que detecte sin error cómo ciertos comportamientos anticipan una pérdida de atención a la carretera. Los algoritmos de aprendizaje automático buscan signos que le lleven a deducir que el sueño está venciendo a una persona.

La precisión de la tecnología ha ido aumentando de manera significativa, apoyándose en otros elementos como la pose de la cabeza, la velocidad de movimiento de los ojos o, incluso, la dilatación de la pupila, que da pistas cognitivas. Se comienza así a dar el salto del seguimiento ocular a la llamada “computación de la atención”.

Entre los nuevos retos a los que se enfrenta la tecnología de seguimiento ocular destacan su miniaturización, su coste –que sigue siendo elevado- y el consumo de energía y autonomía cuando se incorpora a dispositivos portátiles y wearables como unas gafas. Tobii ya cuenta con periféricos USB que funcionan a menos de 10W y la producción de procesadores cada vez más rápidos y pequeños dibuja un horizonte prometedor.

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