Alvise siempre es mala compañía
La ciudadanía ha podido disfrutar estos días de una pequeña gran victoria: la paralización por orden judicial de la construcción de una megadepuradora en el área metropolitana de Málaga. El proyecto pretendía levantarse en la Vega de Mestanza, que pasa por ser una de las vegas más fértiles del río Guadalhorce. La resistencia y defensa de este entorno natural lleva más de una década, pero no ha sido hasta ahora cuando han aparecido personajes como Luis Alvise Pérez. Ojo con arrimarse a él, siempre es mala compañía.
La Junta de Andalucía está decidida a continuar con el proyecto, repleto de irregularidades, desde construir en un terreno inundable a arrasar con esta zona agrícola estratégica, pasando porque ni siquiera se han estudiado otras alternativas más baratas y menos lesivas con el medio ambiente. Por todo ello, el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía (TSJA) ha paralizado la construcción, adjudicada por 106 millones de euros y expropiaciones forzosas ya realizadas.
Al calor de las protestas y conocida ya la paralización, se ha dejado caer por Málaga Alvise. Meses atrás, también lo hicieron algunos representantes de Vox. Afortunadamente, la mayor parte de activistas y defensores de esta vega han dado la espalda a estos apoyos interesados de quienes jamás se han posicionado genuinamente del lado del medio ambiente.
Tanto el partido de Alvise, Se Acabó La Fiesta (SALF), como Vox andan en investigaciones por presunta financiación ilegal. Su interés en la Vega de Mestanza es tan limpio y verdadero como el que tienen en la misma democracia, es decir, ninguno más allá de instrumentalizarla para sus intereses particulares.
Quienes se han jactado de negacionistas del clima y cargan por ello contra la Agenda 2030 pretenden situarse ahora al lado de ciudadanía y de colectivos que llevan años plantando cara al despropósito de la macrodepuradora. A la hora de valorar estos apoyos, no todo el mundo tiene claro lo tóxicos que son y se alegran por ello pensando, ingenuamente, que así sus demandas se verán amplificadas, tendrán más fuerza y posibilidades de éxito.
Se equivocan. Aceptar el apoyo fascista, incluso cuando aparentemente se ponen del lado de causas justas, siempre es un error. Forma parte de su estrategia y es el gran pecado de la izquierda, que ha visto cómo los ultras le adelantaban por la derecha a la hora de defender causas sociales, especialmente en épocas de crisis. Como en la manida fábula del escorpión y la rana, la extrema derecha es nociva, perniciosa, venenosa.
Buena parte de la ciudadanía así lo ve y no duda en alejarse de estas malas compañías. Pudimos verlo recientemente en la clausura de los Premios Público 2025, cuando el agitador ultra Vito Quiles intentó reventar un acto que hasta su llegada se había desarrollado con completa normalidad.
Quienes no lo hacen, quienes sí dejan que se aproximen estos sujetos indeseables, es cuestión de tiempo que se sientan traicionados, estafados, percatándose de que ellos y su causa han sido utilizados para beneficio de unos pocos que nada tienen que ver con lo que pensaban. Para entonces, como les sucedió a los eurodiputados de SALF, Nora Junco y Diego Solier, quedarán como algo mucho peor que ingenuos, moviéndose entre la estulticia y el oportunismo. Nada bueno, desde luego.
En este punto, ¿le sucede lo mismo al PP cada vez que se arrima a Vox? No. Absolutamente nada que ver. El hecho de que, también en Andalucía, Juan Manuel Moreno Bonilla dinamite el histórico consenso parlamentario para el nombramiento de la Defensora del Pueblo Andaluz y del director de la Oficina contra el Fraude y la Corrupción y pretenda sacar adelante sus propuestas de la mano de Vox responde a otras motivaciones.
PP y Vox comparten ADN; el segundo es una escisión del primero y comparten las mismas ideas en migración, economía y vivienda, tal y como reflejan sus últimos documentos. En realidad, su convergencia es un movimiento natural y encuentros como el que recientemente tuvieron Alberto Núñez Feijóo y Santiago Abascal fluyen sin tropiezos, más allá del choque de codicia.
Los cantos de sirena de Alvise, Quiles, Vox… con la ciudadanía es una cuestión bien distinta. Actúan como parásitos de la democracia que ansían chupar la sangre de todo cuanto tocan, deseando envilecer cualquier causa justa si ello beneficia a sus propósitos. Y a veces lo consiguen. Por este motivo, como muy bien ha hecho la mayor parte del movimiento social de la Vega de Mestanza, no hay que bajar la guardia ni recorrer las mismas sendas que los ultras porque, en última instancia, no dudarán en arrojarnos por el barranco cuando tengan las más mínima ocasión.
(Artículo en Público)
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