La sociedad del miedo
Los serenos vuelven a Sevilla. La apuesta personal del alcalde José Luis Sanz (PP) dobla su primera convocatoria hasta un total de 36 efectivos, ampliando el número de zonas de la ciudad (29) por las que patrullarán. La capital andaluza no es un caso aislado; otras ciudades españolas han recuperado esta figura del pasado, despojándola de buena parte de sus funciones y cargando la narrativa con mensajes de inseguridad. Da igual que ese planteamiento se dé de bruces con la realidad estadística, que evidencia un descenso de la criminalidad, el objetivo es generar una atmósfera del miedo, de necesidad de una seguridad impostada.
Quizás por no ser tan evidente la nostalgia que algunos en el PP todavía guardan de tiempos pasados, los serenos en Sevilla se llaman oficialmente “agentes cívicos”. Aunque el gobierno de Sanz anuncia a bombo y platillo un presupuesto de 2,6 millones de euros para este servicio en 2025 y 2026, lo cierto es que la adjudicación ha sido finalmente por 2,1 millones porque, como ya habrán adivinado, está privatizado y, como suele suceder, precarizado. De hecho, la empresa adjudicataria rozó la máxima puntuación en el criterio número 1 que afecta al precio y, gracias a su acusada baja sobre la licitación, ha conseguido imponerse a las otras tres ofertas. En consecuencia, los agentes cívicos apenas cobrarán ocho euros brutos a la hora según los cálculos recogidos en los pliegos.
Por ver el lado bueno de la iniciativa, se fomenta la empleabilidad de personas mayores de 40 años en situación de paro de larga duración. Además, y a diferencia de la experiencia piloto inicial que Sanz puso en marcha en 2023, no es preciso estar empadronado en Sevilla para poder acceder al empleo. Ya no es sólo que aquel requisito fuera ilegal y vulnerara los principios constitucionales de igualdad, mérito y capacidad, sino que habría sido el colmo mantenerlo cuando la adjudicación ha ido a parar a la empresa asturiana Serenos Gijón.
El discurso de ‘venta’ de este nuevo rol es el de la seguridad y con ese fin su horario de trabajo es de 23:00 a 7:00 horas. Sin embargo, si analizamos en profundidad la iniciativa, sorprende que quienes accedan al trabajo no tienen por qué contar con experiencia en seguridad ni pasar pruebas físicas específicas, si bien es cierto que los nuevos serenos recibirán cuatro cursos de 20 horas.
Leyendo la letra pequeña de la licitación es posible comprobar cómo sus funciones principales contemplan la detección de desperfectos en mobiliario urbano; acompañamientos a turistas y visitantes en la localización de hoteles; ofrecer información sobre la ciudad y sus servicios (recursos, equipamientos, instalaciones, otras organizaciones o instituciones, farmacias de guardia, comisaria, hoteles…) o promover el civismo entre las personas usuarias de espacios y servicios públicos. Parece lógico pensar que revisar el estado de las farolas, tapas de arquetas, bolardos, etc. o servir de guía a los y las turistas es preferible hacerlo de día que de noche, pero eso arruinaría la generación del discurso del miedo que rodea a los nuevos serenos.
Otras funciones descritas en los pliegos sí se prestan más a un horario nocturno, como el acompañamiento de personas borrachas a sus domicilios o a un medio de transporte, así como de las personas dependientes hasta el cierre del negocio, o el aviso de alarmas de tiendas; tareas que, por otro lado, bien podrían corresponder a una plantilla de Policía Local correctamente dimensionada.
La recuperación de los serenos no es exclusiva de Sevilla, ni siquiera de ayuntamientos gobernados por la derecha. Le antecedieron otras localidades como Vitoria, Puertollano, Murcia, Mataró, Cornellà de Llobregat… pero uno de los comunes denominadores es el mensaje implícito de que es necesaria mayor seguridad lo que, inevitablemente, despierta temor. Del mismo modo que sucede con las okupaciones, la inmigración o ahora mismo con los pirómanos, resulta irresponsable falsear la realidad y obviar las estadísticas para propiciar esta sociedad del miedo.
Inventar o amplificar artificialmente los riesgos y peligros tiene una finalidad clara: erigirse como defensor necesario, hacerse valer creando necesidades forzadas, sacar rédito político y, en algunos casos, hacer negocio. Se hace, además, con una actitud paternalista que cualquiera que esté mínimamente informado encuentra repulsiva. En esta sociedad del miedo, que fundamentalmente están fomentando las derechas, tiene mayor calado y goza de más aplausos propuestas de securización, aunque sea impostada, que de creación de un cuerpo de guías turísticos y agentes de mantenimiento del mobiliario urbano. En este sentido, como sociedad, nos lo tenemos que hacer mirar, identificar a quienes buscan amedrentarnos, generarnos sensación de una inseguridad que no es tal y, por eso mismo, darnos el gustazo de tomárnoslos como el pito del sereno.
(Artículo en Público)
Sin comentarios