Campaña dantesca de la Iglesia

La Conferencia Episcopal Española (CEE) ha anunciado hoy, a bombo y plantillo, su campaña ¡Protege mi vida!, bajo la cual se haya encubierta su condena al aborto o a cualquier evolución de la ciencia por la vía de las células madre. Esta campaña se encuadra dentro de la Jornada por la Vida, que se celebrará el próximo 25 de marzo en todas las diócesis españolas y ha generado una gran polémica por denunciar que las especies protegidas de la fauna y la flora tienen mayor protección jurídica que el no nacido.

Así, en los guiones litúrgicos que refuerzan la campaña, se indica que ésta "nos invita a reflexionar a partir de la realidad de tantas especies animales protegidas, permitiendo que nos hablen los niños no nacidos que no tienen voz, para decirnos: "¿Y yo?, protege mi vida".

No sólo sorprende el enfoque de los nuevos mensajes de la Iglesia española, sino también el despliegue que hará de los mismos, sobre todo teniendo en cuenta la crisis que tenemos encima:
desde el 16 hasta el 30 de marzo, el cartel que adjunto en foto podrá verse en 1.300 vallas publicitarias de 37 ciudades españolas -¿cuál habrá sido el criterio de la elección de estas ciudades?-. A ello es preciso sumar los 30.000 carteles para parroquias y centros católicos de toda España y la impresión y reparto de 8 millones de folletos informativos en las diócesis.
La verdad es que, dentro de su política de transparencia, la Iglesia debería compartir con sus fieles cuál es la inversión que ha destinado. Es lo menos que se puede pedir, puesto que estos son los fieles que le han procurado a la Iglesia un excedente presupuestario de 31 millones de euros en su Fondo Común Interdiocesano -aunque parte de ello lo tendrá que emplear en pagar el IVA, del que ya no está exento.

A pesar de que, tras los numerosos tirones de oreja de la Unión Europea, ya no existe el antiguo complemento presupuestario por parte del Estado que garantizaba unos ingresos mínimos, parece lógico que quien dona sepa cómo se emplea su dinero. Tengan en cuenta que no estamos hablando de cantidades pequeñas, puesto que un 34,38% de los ciudadanos que pagan impuestos decidió destinar el 0,7% de sus impuestos a la Iglesia católica, superando al 33,45% de la declaración correspondiente al ejercicio 2006. ¿Cuánto es eso si le ponemos cifra? Pues la nada despreciable cifra de 241.327.321 euros, lo que supone un incremento del 38,8% respecto al año anterior (67,5 millones de euros).

Es posible que cuando una parte de ese 34,38% de los ciudadanos marca su X en la casilla de la Iglesia, lo haga pensando más en las labores de Cáritas que en campañas de marketing, aparentemente lejos de ser efectivas por su esclerótico planteamiento publicitario. Desde el punto de vista de la Iglesia, no creo que alguien a favor del aborto cambie de opinión por ver la absurda valla publicitaria que estará 'dos días' a la vista, o que una joven con un embarazo no deseado, al ver el folleto con un niño y al lado un lince, se lo piense dos veces... antes de coger ese folleto y, quizás, envolver el chicle que mascaba antes de tirarlo a una papelera.

Ya sé, ya sé... es un tema manido... pero manido más por culpa de la Iglesia que no sabe atajarlo que por la prensa o la sociedad, pero ¿por qué no ponen en marcha una campaña, de la misma envergadura, contra la pederastia? En un primer momento, ni siquiera habría que invertir tanto, bastaría con entregar separadores para la Biblia, pongo por caso, con el mismo mensaje "protege mi vida... y deja mi cuerpo".
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2 comentarios

  1. Lo siento. O la iglesia no se entera. O no se quiere enterar. Ha entrado al trapo, dándo cancha para que se hable de éste tema (Sólo se hable). Y se tape el huracan tremendo que nos viene encima y que va diréctamente al 50% de la población activa (que es el 100% de la productiva). Una pena. Igual, se necesitan unos y otros. Pero lo que viene es muy serio.

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  2. ¿Te refieres a la crisis económicas y el incremento en las listas del INEM? Si es así, tienes razón, aunque de vez en cuando los referentes, tipo un Premios Nobel de Economía o el máximo responsable de la Reserva Federal mantengan posturas totalmente opuestas

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