
Mucho más interesante me parece, en cambio, la aberración del día con la que nos ha sorprendido una vez más Benedictino XVI. Resulta sencillamente vergonzoso que la Iglesia menosprecie las bondades del uso del preservativo a la hora de prevenir enfermedades venéreas y, más concretamente, el SIDA. ¿Nos hemos vuelto locos? ¿Cómo puede ser que esta Iglesia que aboga un día por la vida, abogue al día siguiente por la muerte?
Su opción de sustituir el condón por la moralidad, no parece especialmente recomendable y, más aún viniendo de quien viene (les sugiero que lean el siguiente artículo, también de Público).

Con declaraciones como ésta, es cuando más lamento haber sido bautizado por cultura y tradición cristiana y, desde luego, cuando más razones encuentro para apostatar. De hecho, a todos esos cristianos que se sienten perseguidos, criticados o despreciados por los no cristianos, por favor, salgan a la luz y critiquen duramente las palabras de su líder religioso. De lo contrario, no se extrañen si les miramos con cierta suspicacia, con esa desconfianza de saber que, quien tienes enfrente y te sonríe a la cara, te está clavando un puñal por la espalda.
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