Nada será igual

Imaginen una ciudad de 20 millones de habitantes y que, de la noche a la mañana, se queda vacía. Imaginen un periódico, pongamos por nombre La Reforma, que deja al descubierto al Gobierno al sacar en primera plana uno de los secretos mejor guardados. Imaginen cómo los supermercados se quedan si abastos como si de una amenaza nuclear se tratara, dos semanas de reclusión en los hogares, sin salir a la calle, sin ver a los amigos, ni ir a la escuela.

Imaginen, durante esas dos semanas, la crispación en los hogares, y la cantidad de divorcios posteriores. Imaginen la otra cara de la moneda, el acercamiento, el amor abrasante que en nueve meses dará lugar a un nuevo baby-boom. Imaginen una nación entera aislada por sus países vecinos, que cierran las fronteras, y unos destinos turísticos de lujo que nadie visita a pesar de la caída estrepitosa de precios.

Imaginen dos semanas en las que navegar por Internet es casi un sueño por la saturación de esa muchedumbre encerrada en sus hogares ávidos de información a través de una banda ancha de manga estrecha. Imaginen a los amigos saludándose en la distancia, evitando abrazarse o tan si quiera estrecharse la mano. Imaginen un cambio en los hábitos del día a día por completo.

Dejen de imaginar, estoy hablando de México y los efectos que ha tenido en el país la Gripe A (N1H1). Así me lo dejó patente anoche un periodista mexicano que comparte conmigo la cobertura de un Congreso Médico en Bruselas.

Imaginen, eso sí, que ya nada será igual.
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