Una Honduras sin ejército

Este artículo fue publicado en Honduras hace ya algunos años, pero bien podría tener vigencia en la actualidad:

¿Cómo desmantelar las Fuerzas Armadas hondureñas?

El desmantelamiento del ejército hondureño debe comenzar por etapas. Dando de alta a todos sus miembros en un tiempo de tres años para evitar una fuerza enorme de hombres en la sociedad urbana y rural que provocaría tensión, desempleo masivo, presión social y violencia armada de inmediato. Se deberá escoger una nómina selecta de los miembros del ejército, preferiblemente a niveles intermedios, para conformar la fuerza policial del país. Las condiciones éticas, morales, socioecónicas, de capacidad intelectual y don de gente para escoger estos miembros deberá basarse en:
  • Perfil sicológico
  • Formación educativa
  • Formación Técnica
  • Entrenamiento Policial Moderno
  • Profesionalismo
  • Un Salario Adecuado
Un Plan de Protección Social
En el periodo de tres años se podrá entrenar nacional o internacionalmente grandes contingentes de miembros del ejército para sustituir paulatinamente la estructura policial actual que no tiene capacidad de investigación, no tiene un sueldo adecuado, ni hay una selección delicada de sus miembros que actualmente mantienen una estrecha relación con el bajo mundo y las altas personalidades del crimen; su actuación más bien parece —en algunos casos— conspiratoria y cómplices del ladrón y del asesino.

Asimismo se puede dejar en servicio una academia militar de entrenamiento para todos los jóvenes de 18 a 25 años durante dos meses al año por un periodo de tres para tener una reserva militar pasiva en caso de un ataque contra Honduras y su soberanía. La academia sólo tendría valor educativo y administrativo sin ninguna injerencia en la actividad política o social del país. Algo parecido al servicio militar suizo; no calcado sino como referencia para los intereses hondureños.

El desmantelamiento debe estar en manos totalmente civiles para que el proceso se haga tomando siempre en consideración los intereses patrios y no los militares. Es muy posible que el brazo armado hondureño se rebele intransigentemente contra esta posición civilista. Por ello los miembros de la comisión civil del desmantelamiento deben ser hombres minuciosamente escogidos por sus principios morales, actitudes probadas de carácter y una honradez trasparente. Para sosegar los sentimientos jingoístas de algunos paranoicos el entrenamiento militar preparatorio podría instituirse en el nivel secundario para que Honduras en el supuesto caso de una invasión o ataque externo pueda contar con un buen número de soldados con capacidad semiprofesional, sin la soberbia y la petulancia del mílite contemporáneo hondureño, ni el abuso de poder por medio de la fuerza bruta como se estila en estos días.

El motivo principal de este capítulo es el de presentar formalmente la idea a la consideración de la opinión hondureña para comenzar a analizar el nivel de cero ejército para finales del siglo veinte.Un país como Honduras no puede ni debe gastar más en el presupuesto militar que en el de salud o educación. La ayuda militar estadunidense a Honduras fue de más de $150 millones de anuales, algo así entre 800 y 900 millones de lempiras, mientras que en ese periodo el gasto en salud y educación mancomunado era ligeramente menor que el gasto militar.

Por ello pedir la cancelación del ejército y montar una policía moderna, profesional e integrada con personal casi todo honesto es una necesidad para Honduras y su economía; para la ciudadanía que desde tiempos inmemoriales ha vivido sojuzgada por la bota del mílite inescrupuloso y corrupto.
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