Bonos de Derechos Humanos

Si algo ha quedado patente con la huelga de hambre de Aminatou Haidar es la debilidad de la diplomacia española y, además, del conjunto de la Unión Europea (UE). Es una verdadera lástima que este asunto haya evidenciado que al necesario papel que debería cumplir la UE en el contexto internacional aún le quede mucho camino por recorrer.
El hecho de que la comisaria de Relaciones Exteriores, Benita Ferrero-Waldner, se haya limitado a confíar en que Marruecos y España encuentren una solución "política o humanitaria de compromiso", pero apostille que se trata de un tema "bilateral" en el que la Unión Europea no intervendrá, deja patente su escasa autoridad. A fin de cuentas no se trata sólo de un pasaporte confiscado, sino del respeto a los Derechos Humanos en un país, como Marruecos, que no se están respetando.

La UE hace caso omiso de este problema y, aquí es donde entra su esclorosis política, mira hacia otro lado cuando los temas dejan de ser bilaterales España-Marruecos, como el caso de los acuerdos de pesca. "¿Qué más da unos cuantos infelices -saharauis y muchos marroquíes- si a cambio tenemos nuestras ganancias económicas?", parecen pensar.

En el caso de la ONU, sucede exactamente lo mismo. Ban Ki-moon expresa su preocupación y punto. No hay más. Ya hemos visto cosas parecidas con países como China, al que incluso se le dan unos Juegos Olímpicos. Al menos, deberíamos dejar de ser hipócritas e imponer unos bonos de Derechos Humanos: todos los países tienen cierto margen a pisotear los Derechos Humanos y, si exceden de esa cuota, habrán de pagar para ampliar. ¿El objetivo para 2020? Reducir las violaciones un 12%. Y hagamos una cumbre anual... o dos, y vemos los avances.
Así nos va.
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