Toros sí, toros no


Mañana se vota la Ley Antitaurina en Cataluña y, claro está, la polémica esta servida. Toda prohibición siempre es delicada, porque supone un recorte de libertades pero es que, en este caso, la libertad no es tal. Los defensores de la mal llamada 'fiesta nacional' creen que la prohibición va contra ellos y no es así; va contra el maltrato animal y en ese punto no puede haber libertad.

Lo malo de los defensores de los toros es que normalemente sus argumentos caen por su propio peso. Ni la "tradición", ni el "sin los toros no existiría el toro de lidia" ni el "con todos los problemas que hay, parece absurdo meterse ahora con este tema" -éste último, escuchado hoy a Manolo Molés en la radio-, son suficientes para justificar el maltrato.

¿Que hay otros maltratos animales sin prohibir? Seguro pero, ¿acaso por eso los toros dejan de ser una barbaridad? Diría que no, por mucho arte que tengan algunos pases toreros, que tendrían su validez si no se hiciera sufrir a la bestia.

Por todo eso, no estoy seguro de que Joan Barril tenga razón en su columna de hoy al asegurar: "celebraré que, a cada año que pase, los aficionados a los toros sean menos. Pero no puedo contribuir con mis palabras a un nuevo abuso legislativo o administrativo".

Pues que Barril no se equivoque. No apoyar esa proposición de ley es apoyar los toros y con ello, el maltrato animal. No hay cabida para la neutralidad.
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