El censor convenido

Nunca me ha gustado Rubalcaba. Es un hecho. Si tuviera que compararle con un animal no sería el zorro, como dicen algunos, sería más bien un chacal. Desconfío de él, me da miedo. Y, con todo, daría lo que fuera por entrevistarle a tumba abierta, como si todo lo que contara no tuviera consecuencias y, desde luego, no ocultara nada. Algo imposible, claro está.

Desde hoy, me da más miedo. Según informa El Confidencial, Rubalcaba le ha prohibido a John Carlin que entreviste a Arnaldo Otegui en prisión. (Síiiii, John Carlin, el autor del libro El factor humano que ha inspirado Invictus, la última película de Clint Eastwood -para lo que sólo le conozcan por esto, por favor, que pongan remedio YA mismo).

Rubalcaba teme el peso de las palabras de Otegui, que servirían de perfecto prólogo de las conclusiones del debate interno de la izquierda abertzale. Es lícito que tema, pero no lo es que prohíba a un periodista hacer su trabajo. Salvo que Otegui tenga restringidas todas las visitas a la cárcel, prohibir a Carlin la entrevista es, no sólo absurdo, sino un atentado en toda regla al derecho de información, a la libertad de prensa. Es del todo contradictorio alzar la voz contra otras mordazas y luego poner una por vía directa del Ejecutivo.

Espero que su decisión tenga consecuencias. De veras los espero. Y, sobre todo, que se vuelva en su contra.
Lo siento. Me levanté reconroso y harto, cada día más harto.
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