La mesa y los políticos

No hay nada como una semana fuera, casi totalmente incomunicado, para darse cuenta de que la vida sigue igual. Tras la semana del FiSahara, aterrizo en Madrid constatando esta realidad, viendo que los temas de 'actualidad' son el debate entre socorro/ejecución finacieros de Grecia;  los datos del paro que no cesa; la corrupción de Gürtel o de Fincas Corral-Marsans...

Y uno trata de aferrarse, en vano, a lo vivido la semana pasada en mitad del desierto, donde el tiempo transcurre de otro modo, donde el día a día propio le come el pastel, de una dentellada, a la actualidad de traje y corbata. Y trato de aferrarme a las charlas con saharauis y su particular punto de vista de la vida. A cómo uno de ellos, tomando té, definía su manera de valorar la calidad de los gobernantes de un país: mirando la mesa de una familia cualquiera. Ese es el único modo.

El problema, en los 'países desarrollados' -materialmente, porque  a veces no tengo tan claro que racionalmente-, mirar la mesa de una familia cualquiera es mirar a 'un cualquiera', con toda la carga peyorativa que se le puede echar encima.
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