La honestidad no tiene grados

Amanecemos en Madrid con la amenaza de una nueva huelga en el metro, que colapse de nuevo la ciudad. Tan sólo un apunte al respecto: haga lo que haga la Comunidad, ya será un error. Me explico, si no llega a un acuerdo se verá su ineficiencia política y, si concluyen en qué áreas se puede recortar para no tener que bajar los sueldos, la pregunta es: ¿por qué no lo hicieron antes?

El caso es que es la bajada de sueldo la que ha motivado toda la revuelta. Desde la Administración se apela a que ellos mismos se lo han rebajado, pero hagamos una lectura más pormenorizada. Como sucediera en la Administración central, en la local se lanzó también la recomendación de recudir los sueldos. Si tomamos Madrid como ejemplo -que imagino que se puede extrapolar a otras Comunidades, en su respectiva proporción-, vemos que los alcaldes de Madrid llegan perfectamente a final de mes: Alberto Ruiz-Gallardón (Madrid, PP) gana más de 101.000 euros/año o Ignacio García de Vinuesa (Alcobendas, PP), que se hace con más de 95.000 euros/año. Cifras muy superiores a las que gana el propio presidente del Gobierno, que cuenta con un sueldo de 78.800 euros/año. La propia Aguirre, la que presume de comprar en Zara, gana casi 90.000 euros/año.Curioso el contraste con el alcalde de Fuenlabrada, Manuel Robles (PSOE), que gana 55.000 euros/año, a pesar de contar con el doble de habitantes que Alcobendas.

Y, llegados a este punto y ya cansado de denunciar la desvergüenza de nuestra clase política, tan sólo falta apelar a la lógica y demandar YA una norma que regule los salarios máximos que pueden percibir los políticos. ¿Qué tendría de malo una norma así? Yo creo que nada, pero un sueldo de más de 100.000 euros al año me parece, sencillamente, una locura y un insulto a la ciudadanía. Ojalá llegara alguna vez un político decente porque, eso lo tengo claro, todo el que tenga un sueldo de ese tipo, por mucha política social, por mucho aperturismo, por muchas medidas flexibles para el pueblo... será deshonesto. Y en España tenemos demasiados, de todos los colores y de todos los signos políticos.

Y, ¿saben qué? Todo político que no llegue a ese sueldo, pero que no se rebele públicamente aún a riesgo de ir en contra de su propio partido, también es deshonesto, aunque sólo sea en calidad de cómplice. Una pena, pero es tan sencillo como eso. La honestidad no tiene grados: o se es, o no se es. Y punto.
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