Francia está enferma y España ya tiene fiebre

Francia acaba de deportar a 79 gitanos a Rumanía. ¿El motivo? Vivir en asentamientos ilegales que el gobierno de Sarkozy está desmantelando por todo el país. Este es sólo el primero de los aviones que saldrán hasta cumplir el objetivo de 700 gitanos deportados. A ellos se suman los cerca de 10.000 rumanos y búlgaros que, según los datos facilitados por el gobierno galo, en 2009 ya se acogieron a los 300 euros por adulto y 100 por niño más billete de avión pagado para regresar a sus países.

Las críticas por racismo y xenofobía han salido a la palestra, más aún al haber identificado claramente inmigración con delincuencia. Y es verdad que hay en todo esto cierto tufillo xenófobo, pero hay una cosa que no se le puede reprochar a Sarkozy y es haber escondido su condición de azote de los inmigrantes. Ya durante los acalorados debates con Ségolène Royal hacía gala de ello. Así debería ser la política: de frente, sin medias tintas y al que le guste que vote y, al que no, que mire a la alternativa. Así pues, los franceses tienen lo que quieren pues no se puede reprochar a Sarkozy que haya escondido nunca su desprecio por la inmigración ilegal.

El problema en lo que a nosotros nos afecta es que es cuestión de tiempo que medidas similares nos alcancen. Al menos eso se desprende de los abusos de autoridad que ya en 2009 comenzamos a ver por parte de las Administraciones -con ayuntamientos negando el padrón a inmigrantes- o, ya en 2010, con jueces que prevarican a la hora de conceder o no nacionalizaciones españolas. Es un preludio. Antes de que la enfermedad se apodere del organismo avisa siempre la fiebre... y nosotros hace tiempo que superamos los 37ºC...

Y mientras, a pesar de que haya políticos como el ex primer ministro galo y miembro del partido de Sarkozy, Alain Juppé, o el líder de los Verdes en el Parlamento Europeo, Daniel Cohn-Bendit, empeñados en buscar una vacuna a nivel europeo, nadie desvía ni los fondos ni el interés suficiente para ello. Parece más importante salvar la industria del automóvil -en lugar de reconvertirla- o a los bancos fraudulentos.
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