Golpes de Estado en Ecuador

La noticia del día fuera de nuestras fronteras es el golpe de Estado que tuvo lugar ayer en Ecuador. El presidente Correa vivió en propias carnes lo que un año antes condenó en Honduras, cuando Zelaya fue derrocado por un golpe llevado a cabo por militares. A diferencia de áquel, el de Ecuador tan sólo ha tenido el apoyo de la policía y ha sido el ejército el que ha liberado a Correa.

Latinoamérica siempre ha sido un polvorín para este tipo de golpes, una actuación a todas luces reprochable cuando atenta contra un Estado democrático. Sin embargo -y no sirva esta reflexión para justificar el golpe-, hay que hacer una lectura más profunda, como ya sucediera con Honduras. Detrás de la sublevación de los policías no sólo se encuentra el recorte a sus derechos y beneficios económicos -a pesar de que el propio Correa asegura que "en los últimos años el salario de los policías subió casi  un 45%"-, como se han centrado la mayoría de las informaciones, sino también el hecho de que dada la fuerte oposición a nuevas leyes de reducción del gasto público, Correa esperaba ejecutar la denominada 'Muerte Cruzada', esto es, disolver el Congreso, legislar por decreto y convocar elecciones anticipadas -al más puro estilo Zelaya, en Honduras-. ¿Acaso es eso democrático? Diría que no, pero eso no es criticable internacionalmente aunque sea una especie de golpe pacífico.

Y mientras, desde Venezuela y el gobierno de Chávez se dan nuevas muestras de enajenación mental: el vicepresidente asegura que EEUU ha patrocinado el golpe de Estado. ¿? No diré más. Chávez se retrata por sí sólo. Honduras, por su parte y a pesar de que rompió relaciones con el Gobierno de Correa -dado que no reconocen la elección electoral del presidente Lobo- fue uno de los primeros en condenar la sublevación.
Lo dicho, un polvorín que al otro lado del charco conocemos muy de lejos.
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