Curas, abusos y niños probeta

Hacía mucho que no escribía de la Iglesia. Me ha costado, no crean; me he tenido que morder la lengua en más de una ocasión, sobre todo teniendo en cuenta el alud de casos de abusos a menores y cómo el Papa le resta importancia porque "todos somos pecadores", según él. Sin embargo, las declaraciones del español Ignacio Carrasco de Paula, presidente de la Pontificia Academia para la Vida, criticando que se haya concedido el Premio Nobel de Medicina al padre de la fecundación in vitro, Robert G. Edwards, excede mi umbral de tolerancia.

¿Por qué? Porque de no ser por un descubrimiento de tal calibre, la iglesia católica no contaría con muchos de los fieles de los que presume, no tendría, incluso, a más de un sacerdote/seminarista (de los pocos que abrazan la fe con esa fuerza en los tiempos que corren)... Detesto la hipocresía. Me supera. Y esta iglesia católica es hipócrita en sumo grado, pues toma el dinero y la fe de quienes critica, de quienes desprecia. Al menos, que sea coherente con su discurso, que rechace el dinero de los contribuyentes probeta que en su declaración marcan la X de su iglesia, que ruegue la no asistencia a misa de estos 'infieles probeta', que no recoja el dinero para cubrir los 50 millones de euros que nos costará la visita del Papa en su encuentro con la juventud... una juventud, por favor, con su padre y con su madre naturales... 'nada de esos engendros probeta y mucho menos adoptados por dos desviados o desviadas'...

Me pregunto a cuántos de los miles de niños, víctimas de los abusos de los curas, eran niños probeta. Cuántos. Ojalá durante la visita del Papa el año que viene no nos quedemos con los brazos cruzados y protestemos pacíficamente contra esta iglesia, con pancartas que denuncien en mitad de su acto los crímenes que su máximo responsable no sólo no condena, sino que como se demostró, tuvo implicaciones directas en su encubrimiento.
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