Gallardón y el culo tocado

¿Qué es peor, un caso de corrupción o una mala gestión? Me van a perdonar, pero aún siendo tan crítico y a pesar de lo que me asquea la primera de las opciones, hay ocasiones en las que prefiero la segunda. Es el caso de Alberto Ruiz-Gallardón y su palacio de Cibeles. Se acaba de conocer que la junta de gobierno ha aprobado una nueva partida destinada a la nueva sede del ayuntamiento de Madrid. ¿La cuantía? Algo más de 1 millón de euros o, lo que es lo mismo, 3.000 euros al día, según calcula El Mundo.

Sorprende este despilfarro -enoja e irrita, diría yo-, más aún considerando los impresionantes recortes sociales que está asestando el consistorio en la ciudad... por no mencionar el dinero que debe a contratas, como las de limpieza y recogida de basuras. Por eso, casi prefiero que me roben y no me entere, que que se rían de mi en la cara.

Recuerda aquella anécdota del avión: Un hombre viaja en un avión y, a su lado, una mujer espectacular. De pronto, ésta nota que su compañero de viaje le toca el culo. No dice nada, por si ha sido un movimiento involuntario al acomodarse en el asiento. Sin embargo, el hombre le toca el culo por segunda vez y, entonces, ella explota:
- ¡Pero bueno! ¿Qué se ha creído usted? ¿Por qué me toca el culo?
El hombre, tranquilo, responde con admirable sosiego:
- Como se lo toqué la primera vez y no dijo nada...

Pues eso, Gallardón, que me estás tocando el culo y me he dado cuenta...
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