Si yo fuera soldado

Hoy, con motivo del Día de la Fiesta Nacional (¿no eran los toros?), se celebra en Madrid el desfile de las Fuerzas Armadas. Este año, a pesar del recorte por cuestión presupuestaria, el acto reunirá a unos 3.000 militares, 153 vehículos y 50 aeronaves, con presencia de toda la cúpula política del Estado. Y yo, mientras, con un escalofrío que recorre todo mi cuerpo cada vez que escucho pasar por encima de mi casa el reactor de un avión.

Detesto los desfiles militares. Todos. Supongo que es la educación que me han dado y que, da manera velada, me ha enseñado a detestar todo lo que huela a militar, a guerra. Y desde luego, todo lo que lo exalte, desde los aniversarios de fin de guerra a la ostentación armamentística. Habrá quien me diga que no se trata más que del reconocimiento del soldado, pero si yo fuera soldado preferiría otro tipo de reconocimiento:

Si yo fuera soldado preferiría que si estoy en una misión de paz, no me envíen alimentos caducados. Si yo fuera soldado, quisiera que dijeran desde el principio que me envían a la guerra, no a una misión de paz. Si yo fuera soldado, preferiría que reconocieran mi labor metiéndome en un auténtico coche blindado y no en un cuatrolatas en el que ya han muerto varios compañeros. Si yo fuera soldado, quisiera viajar en aviones en condiciones y que, si muero, identifiquen correctamente mi cadáver. Si yo fuera soldado, quisiera que no me enviaran a una guerra sustentada con mentiras y con el obsceno deseo de salir en la foto con el presidente de EEUU.

Y dicho esto, yo jamás sería soldado.
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