Carta blanca para contaminar

Hoy firmo en Público la historia de una de esas atrocidades en las que todo el mundo se lava las manos con las excusas más peregrinas. Se trata de los vertidos incontrolados de Sniace, empresa todo poderosa en la comarca de Torrelavega, muy cerquita de Santillana del Mar. ¿Se imaginan que una empresa química vertiera todas sus aguas residuales al río sin tratarlas lo más mínimo? Pues eso mismo es lo que ha venido haciendo Sniace hasta 2007-2008, con el consentimiento del Gobierno regional, sabedor de la cantidad de denuncias existentes por parte de agrupaciones vecinales y de colectivos ecologistas.

Es cierto que por fin, hace un par de años, Gobierno y empresa se sentaron para abordar la situación, que comenzaba a ser insostenible. Acordaron la construcción de una depuradora, pero las irregularidades que denuncia la población afectada en torno a esta planta son tantas, que uno se pregunta por qué ahora tampoco actúan las autoridades competentes.

Durante el trabajo de investigación tuve ocasión de charlar con el consejero de Medio Ambiente del Gobierno de Cantabria, Francisco Martín, quien además de tirar balones fuera respecto a los vertidos incontrolados, porque él no se encuentraba al frente de Medio Ambiente entonces -pero el Gobierno de Revilla sí-, dejó claro que "no queremos estrangular económicamente a la empresa". Dicho en otras palabras, aunque sigan aconteciendo graves irregularidades que deberían ser sancionadas de inmediato, como hay en juego muchos puestos de trabajo, haremos la vista gorda. ¿No se puede encontrar un término medio sin seguir masacrando el ecosistema cántabro? Parece ser que no. Incluso, los vecinos más activos en las protestas aseguran recibir amenazas telefónicas por parte del comité de empresa de Sniace.

Recuerda mucho a lo acontecido con los cielos abiertos de mi querida Laciana. Ambos casos son idénticos en una cosa: la incapacidad de la Administración -local, regional y central- por parar a tiempo a ciertas empresas que se hacen de oro a costa del medio ambiente. Traspasado un límite, la Administración se ve incapaz de detener la barbarie sin producir otra en la población: el paro. La pregunta es ¿compensa seguir trabajando unos años más hasta que, quizás, aparezcan tumores derivados de la contaminación? A lo peor sólo hay que esperar un poco, no mucho, para preguntárselo al consejero Martín y, entonces, que nos aclare quién estrangula a quién.
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