Cuando 'Big Brother' usa la guadaña
El calado que han tenido las redes sociales es incuestionable. El último estudio al respecto, publicado hace tan sólo unos días por la IAB (Interactive Advertising Bureau) así lo constata: Facebook (96%), Tuenti (62%) y Twitter (50%) encabezan la lista por notoriedad entre los internautas. ¿Y en cuanto a uso? Los datos revelan que Facebook se imponen con un avbultado 89%. frente al segundo -que ni siquiera es una red como tal-, YouTube (60%); más lejos, Tuenti (44%) que ve cómo otros perseguidores pierden adeptos, como es el caso de My Space o Hi5.
Los usuarios se ha entregado sin reparos al 'Big Brother', confiándole la custodia de amigos, fotos, deseos, penas, causas y promociones. TODO. Y, de hecho, la propiedad intelectual de todo cuanto hay en estas redes les pertenece a ellas. El usuario, al subir la información, cede este derecho implícitamente. Todo marchaba bien hasta que este 'Big Brother' comenzó a ejercer de padre severo, haciendo caer su guadaña; cuando pasó de ser un vehículo de comunicación, a ser censor cono todo aquello que no le agrada. Y, además, de un modo despótico, si advertir antes, sin avisar, con un golpe de clic se esfuman un buen día todos los contactos, todas las fotos... en el caso de algunos, el diario de sus vidas. Y ni siquiera intenten protestar, recurrir, nadie escuchará, nadie responderá.
Un buen día comenzó bloqueando las publicaciones en los muros que enlazaran a páginas de intercambio de contenido; no tuvo suficiente, y comenzó a leer el contenido de los mensajes bloqueándolos para que éstos nunca llegaran a su destinatario. Y lo hizo sólo dos días después de que anunciara que iba a tener su propio sistema de correo electrónico. ¿Quién se va a fiar de ese sistema?
Pero hay muchos más casos, como la censura de la besada gay durante la última visita del Papa, el cierre de páginas como la de Lucía Etxebarría -que se despachó a gusto- o de páginas de partidos como el PSOE gallego o el BNG. Y ahora, más recientemente, las de activistas por los Derechos Humanos de la talla de Manuel Tapial -estuvo en La Flotilla- o de Miguel Cartro -comprometido con la causa saharaui-. Ya hay puestas en marcha campañas para el reestablecimiento de sus perfiles, tanto en el caso de Manuel como de Miguel.
Inquieta el despotismo, la prepotencia con que Facebook despacha miembros sin la más mínima contemplación. Y, quizás, esto debería llamarnos a una reflexión: ¿merece esta red social que sigamos llenando sus arcas, a pesar de estar siempre bajo el filo de su guadaña? Diría que no... ¿y usted?
Los usuarios se ha entregado sin reparos al 'Big Brother', confiándole la custodia de amigos, fotos, deseos, penas, causas y promociones. TODO. Y, de hecho, la propiedad intelectual de todo cuanto hay en estas redes les pertenece a ellas. El usuario, al subir la información, cede este derecho implícitamente. Todo marchaba bien hasta que este 'Big Brother' comenzó a ejercer de padre severo, haciendo caer su guadaña; cuando pasó de ser un vehículo de comunicación, a ser censor cono todo aquello que no le agrada. Y, además, de un modo despótico, si advertir antes, sin avisar, con un golpe de clic se esfuman un buen día todos los contactos, todas las fotos... en el caso de algunos, el diario de sus vidas. Y ni siquiera intenten protestar, recurrir, nadie escuchará, nadie responderá.
Un buen día comenzó bloqueando las publicaciones en los muros que enlazaran a páginas de intercambio de contenido; no tuvo suficiente, y comenzó a leer el contenido de los mensajes bloqueándolos para que éstos nunca llegaran a su destinatario. Y lo hizo sólo dos días después de que anunciara que iba a tener su propio sistema de correo electrónico. ¿Quién se va a fiar de ese sistema?
Pero hay muchos más casos, como la censura de la besada gay durante la última visita del Papa, el cierre de páginas como la de Lucía Etxebarría -que se despachó a gusto- o de páginas de partidos como el PSOE gallego o el BNG. Y ahora, más recientemente, las de activistas por los Derechos Humanos de la talla de Manuel Tapial -estuvo en La Flotilla- o de Miguel Cartro -comprometido con la causa saharaui-. Ya hay puestas en marcha campañas para el reestablecimiento de sus perfiles, tanto en el caso de Manuel como de Miguel.
Inquieta el despotismo, la prepotencia con que Facebook despacha miembros sin la más mínima contemplación. Y, quizás, esto debería llamarnos a una reflexión: ¿merece esta red social que sigamos llenando sus arcas, a pesar de estar siempre bajo el filo de su guadaña? Diría que no... ¿y usted?
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