España y la honestidad camuflada

Hace tan sólo unos días, la ministra Trinidad Jiménez declaraba al respecto de la revolución de Egipto: "Hoy estamos asistiendo a un acontecimiento histórico de gran trascendencia para el pueblo egipcio que ha conseguido con sus manifestaciones pacíficas tomar las riendas de su propio destino". Tres días después, el PSOE, torpedeaba la reunión que tenía que haber tenido lugar con el Frente Polisario que, como le gusta decir a la señora Jiménez, busca "tomar las riendas de su propio destino con sus manifestaciones pacíficas".

Pero a España no le interesa... ni a Europa, que siempre ha ido a remolque de EEUU en la crisis de Egipto. ¿Por qué? Bueno, todo se resume a la frase de Rafael Argullol "una Europa cobarde y acomodaticia se ve incapaz de defender su patrimonio espiritual, al que sistemáticamente camufla u oculta con el ánimo de preservar privilegios económicos que hagan más llevadero el implacable declive".

Y eso no sólo se percibe en su falta de respeto por las reinvidicaciones del Polisario -y que el PP, oportunista, aprovecha-, sino que mientras la señora Jiménez habla de que "la renuncia del presidente Mubarak facilitará una transición más rápida hacia la democracia y permitirá, de esta forma, colmar las legítimas aspiraciones del pueblo egipcio", España -en concreto José Bono- estrecha la mano del dictador Obiang en busca de su petróleo.



Afortunadamente, los pueblos van por delante de los gobernantes. Ahora es el turno de Argelia, Libia -justo en estos instantes hay enfrentamientos- y Marruecos, cuyos ciudadanos están convocando una salida masiva a las calles el próximo 20 de febrero para protestar contra el dictador Mohamed VI. ¿Repetirá la señora Jiménez las mismas palabras que ha lanzado contra Mubarak? Ya se lo avanzo yo: NO.

Y, de nuevo, me remito a las palabras de Argullol, en las que pueden cambiar 'Europa' por 'España': "Europa calla ante cualquier atropello de los derechos individuales -proceda este de reyezuelos, como los de Túnez o Uzbekistán, o de emperadores, como en el caso chino-, siempre temerosa de que cualquier gesto le suponga la definitiva retirada de prebendas que -y esto aumenta el miedo- consideran ya medio perdidas bajo la espada de Damocles de la decadencia". 
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