El Papa, Don Camilo y un puñado de gitanos

La Iglesia Católica es pura contradicción. Siempre lo ha sido y, cada vez que vuelve a dar signos de este bipolarismo, se retrata aún mejor. Esta Semana Santa lo ha vuelto a demostrar con la expulsión de 150 gitanos a los que no ha permitido entrar en la misa de Pascua. A este gesto le precedió otro que aún dice mucho más de la catadura moral del estado Vaticano y, por extensión, de Benedicto XVI y sus adláteres: a los 500 euros por gitano que el ayuntamiento de Roma había puesto sobre la mesa para que éstos regresaran a Rumanía, la Iglesia Católica a través de Cáritas añadió otros 500 euros. Y todo para evitar que el asentamiento de 150 gitanos no pudiera dañar la imagen de la misa de Pascua.

Ironías de la vida: la misma misa en la que el Papa ha invocado la solidaridad de todos a los numerosos prófugos y refugiados que provienen de diversos países africanos, camino de Europa, "y se han viso obligados a dejar sus afectos más entrañables". La misma misa de Pascua en la que hizo una mención especial también a los jóvenes allí congregados a que "abran su corazón a la acogida, para que, de manera solidaria se puedan aliviar las necesidades urgentes que tantos hermanos necesitan". Olvidó añadir un "excepto, si estos hermanos son gitanos, a esos ni caso".

Los medios afines a la Iglesia, hablan de 'realojo a los gitanos' y omiten el detalle de los 500 euros por parte de Cáritas o la prohibición de entrada en la misa. Una manipulación más de la información, del mismo modo que sucede en el resto de las cuestiones terrenales. Un manipulación como la reciente entrevista televisiva del Papa, a la que tanto bombo y platillo se le dió -con retransmisión y redifusión por el canal 24 horas de TVE-. Una entrevista que se presentó como la primera que daba el pontífice en televisión y que, en realidad, no era más propaganda, pues de las miles de preguntas que enviaron fieles e infieles, el Vaticano escogió las siete que más le interesó, preparó sus respuestas adecuadamente y el Papa las escupió después con esa inquietante sonrisa, capaz de decir que "el dolor de Japón no ha sido en vano". Eso, amigos, no es una entrevista y, de hecho, ni siquiera es predicar.

Quizás, Benedicto XVI deberia aprender más de Don Camilo, el personaje de esas viejas comedias italianas que tanto le gusta ver y que, a pesar de ser en blanco y negro, destilan mucho más color que el Papa que expulsa a gitanos.
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