Bin Laden, muerte y nacimiento de un símbolo

Bin Laden ha muerto. O lo han asesinado, como prefieran, pero cualquiera de las dos variables es motivo de celebración en el mundo occidental y, más concretamente, en Nueva York. Lo ha anunciado el propio Obama en persona, y el mismísimo Bush ha declarado que se trata de una "victoria para Estados Unidos", que ha enviado el mensaje de que "no importa cuánto tiempo lleve, se hará justicia". Me pregunto cuánto más se tardará en hacer justicia con él por haberse inventado las armas de destrucción masiva para invadir Iraq.

Bin Laden era, es y será un símbolo que, aunque finalmente hayan podido darle muerte, dejó a los servicios de Inteligencia estadounidenses en el más absoluto de los ridículos, primeramente cuando consiguió atentar contra las Torres Gemelas, y en segundo lugar, habiendo conseguido esquivar su captura durante más de una década. Durante todo ese tiempo fue un símbolo del terror para Occidente y un héroe para el islamismo más radical. Ahora, tras su muerte, será una especie de mártir para éstos últimos.

EEUU está en alerta máxima y no es para menos. La muerte del líder de Al Qaeda puede traer una oleada de represalias por parte de los terroristas, cuyos cerebros asesinos se extienden mucho más allá de Bin Laden. Pensar que el mundo hoy es un poco más seguro es que como pensar que los Reyes Magos de Oriente nos traerán un ponny. Dicho de otro modo, la muerte de Bin Landen no es el fin de Al Qaeda y, de hecho, puede suponer un extra de combustible que avive su locura terrorista, en todas sus variantes, incluida la rama AQIM, esto esto, lo que los americanos llaman Al Qaeda en el Magreb Islámico, fundamentalmente en Mauritania y Mali.

Y mientras, en EEUU, la noticia supondrá un impulso para Obama en las encuestas de popularidad, si bien es cierto que aún queda demasiado tiempo -nop habrá elecciones hasta noviembre del año que viene- para poder sacar provecho de ello. Mucho más que si se le hubiera capturado y juzgado de acuerdo al Derecho Internacional. EEUU quería sangre, tenía sed de venganza y sólo era viable la cabeza de Landen. Y otra gran incógnita que surge ahora: ¿qué efectos tendrá la muerte de Landen en Afganistán? ¿Servirá para que los talibanes estén más receptivos a llegar a un acuerdo de paz? Personalmente, lo dudo mucho, pero quizas esa sea una de las bazas que ahora quiera jugar la Inteligencia estadounidense, al menos, para calmar los ánimos ante ese segundo Vietnam que se les ha presentado.
Next Post Previous Post

Sin comentarios