El oftalmólogo asesino

Ironías de la vida: un oftalmólogo con miopía. Es lo que le sucede a Bashar al Asad -licenciado en Oftalmología por la Universidad de Damasco-, incapaz de ver más allá de su sanguinaria actuación en Siria. Lo acaba de denunciar un informe de la ONU, asegurando que la cifra de asesinados por el régimen de Damasco desde marzo supera los 1.100, con más de 10.000 detenidos. Ejecuciones sumarias, disparos con francotiradores desde helicópteros, proyectiles con tanques, incendios de casas con personas en su interior, torturas… todo el recetario de violaciones de Derechos Humanos.

Siria juega un papel clave en el proceso de pacificación de Oriente Medio. Su inestabilidad es extrarodinariamente contagiosa en la región; no puede obviarse, por ejemplo, que Siria acoge a cerca de 450.000 refugiados palestinos. Sabedor de ello, Al Asad parece estar inmerso en una ilusión óptica, creyendo que saldrá impune de esta sangría sólo por su enclave estratégico, por haberse ganado en 2008 unas cuantas palmaditas en la espalda tras la cumbre sirio-libanesa que supuso su aperturismo diplomático. Ilusión, por otro lado, acrecentada con el oxígeno que le da Irán, el egoismo de Israel por controlar sólo lo que sucede en los Altos del Golán y la pasividad de la Comunidad Internacional. Una miopía que le ha llevado a arrasar cultivos para matar de hambre a su población, hipotecando el futuro inmediato del país.

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