El primer ministro británico, David Cameron, fue muy claro ayer durante su comparecencia en el Parlamento: “es hora de romper el manual sobre desorden público y volver a escribirlo”.
Esa es su máxima para sofocar las peores revueltas en Reino Unido de
las últimas décadas. A medida que han pasado los días desde que
estallara la oleada de violencia, el discurso del premier se ha
ido endureciendo, rozando ya las medidas autoritarias. Medidas, por
otro lado, que anuncia más en modo preventivo que efectivo, pues en
Inglaterra hemos vivido una segunda noche de calma y los disturbios son
puntuales.
A un posible toque de queda o la intervención del ejército se suma ahora la advertencia de un apagón de internet.
Cameron informó de la colaboración estrecha entre policía, servicios de
inteligencia e industria para ver la viabilidad de cortar las
comunicaciones vía Facebook, Twitter o el chat cifrado de Blackberry
-que, según Scotland Yard, ha sido clave para que los violentos se
organizaran-. Todo lo que haga falta para reestablecer el orden en las
calles… aunque sea violar los derechos de los ciudadanos. Derechos que
ya se podrían estar violando con la publicación en internet de las
imágenes recogidas por las cámaras de videovigilancia, algo que en
España sería ilegal según la Ley de Protección de Datos.
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