En cierto modo, Reino Unido se siente atacado en el extranjero tras sus peores revueltas de las últimas décadas. Titulares como los leídos en el Pravda ruso, que rezaba ‘Revueltas de Londres: ¿Justicia divina?’,
o que hayan corrido ríos de tinta en la prensa internacional
cuestionando la seguridad de los Juegos Olímpicos de 2012 no han
agradado en absoluto. Pero sin duda, lo que más escuece en la isla es
ver cómo dirigentes del Partido Comunista chino se congratulan por los
disturbios sugiriendo un “ya te lo dije” al sostener que éstos son los frutos amargos que se recogen cuando se concede tanta libertad en internet y las redes sociales.
El ministro de Exteriores de Irán, Ramin Mehmanparast, ha lanzado un
mensaje de moderación al Gobierno de Cameron y Scotland Yard, invitando
al diálogo con los violentos y sugiriendo que sea una organización
independiente quien investigue la muerte de Mark Duggan, “para proteger los derechos y libertades”.
Y esa ha sido la gota que ha colmado el vaso. Reino Unido no está
dispuesto a recibir lecciones de países como Irán, cuyo respeto por los
Derechos Humanos (DDHH) está en continua cuestión por las principales
organizaciones internacionales, desde Human Rights Watch a Amnistía
Internacional.
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