Sangre y tinta

Los informes ya no valen nada por sí mismos. Ni siquiera cuando provienen de la misma fuente. Las relaciones internacionales se han encargado de darles validez a su antojo, según sus propios intereses. Lo hemos visto cientos de veces, incluso en nuestro país, asistiendo a cómo nuestra ministra de Exteriores desestimaba informes de Human Rights Watch contrarios a la dictadura democrática de Mohamed VI para, después, tomar esa misma fuente y defender incursiones en Libia o Afganistán.

Pero ni siquiera tenemos que irnos a las ONGs. Podemos tomar al mismísimo Departamento de Estado de EEUU, al frente del cual se encuentra la señora Clinton. Si uno lee el último informe sobre Derechos Humanos en Bahrein que publica este departamento, fechado este mismo año, uno se topa con más de una sorpresa. Por ejemplo, asegura en sus primeras páginas que no existen informes de que el Gobierno o sus agentes hayan cometido asesinatos arbitrarios. Segunda sorpresa, tampoco ha habido desapariciones por motivos políticos. Y eso que esta misma semana, el rey Hamad bin Isa al Jalifa hablaba de indultos a quienes por haberse manifestado están detenidos por considerar que han “agraviado” a la familia real.

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