Las cuentas globales de la Comunidad Internacional

Las campañas electorales no perdonan; explotan y amplifican, no sólo todo lo aprovechable, sino también lo reprochable. Basta mirar a Sarkozy, que tras desplegar todo su poderío anti-inmigración ha subido en las encuestas. Al mismo tiempo, vuelven a la carga las acusaciones de que su última campaña contó con financiación de Gadafi. Extremo que el presidente galo niega rotundamente. Sin embargo, de confirmarse tal financiación, ¿sería Sarkozy peor que el resto de los mandatarios europeos que, por aquel entonces, eran amigos del dictador libio?

¿Qué diferencia hay entre esta financiación, legal por aquel entonces, y todos los contratos armamentísticos suscritos, por ejemplo, entre España y Libia? Se lo diré yo: ninguna. En ambos casos es igual de reprobable, porque quienes no vieran que por aquel entonces el régimem libio no era precisamente un reducto de respeto por los Derechos Humanos es que estaba ciego. Reprender ahora a Sarkozy sin hacer autocrítica por parte de todos quienes apoyaron a Gadafi en el pasado es hipócrita. ¿Justifica eso que Occidente haya vuelto a instrumentalizar una masacre como la guerra libia guiado por sus intereses particulares? Por supuesto que no, pero huyamos de mezclar churras con merinas.

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