La visita del Papa a Cuba
ha servido para que prensa de todo el mundo arremeta una vez más contra
el régimen cubano, al que desprecian, desaprueban y tachan de haber
desembocado en un país con ausencia total de libertades. Ante esta
situación, a Benedicto XVI no le ha quedado otra que confiar a la madre
de Dios el futuro de Cuba, “avanzando por caminos de renovación y esperanza, por el mayor bien de todos los cubanos”. Un alivio; podemos respirar tranquilos… o no.
La autoridad moral de la Iglesia católica no es digna de juzgar un
régimen como el cubano, no sólo por su complicidad y connivencia en
crímenes contra la Humanidad a lo largo de la Historia, sino por formar
parte activa del sistema que menoscaba la dignidad y el bienestar de las
personas. El propio antecesor de Ratzinger en el puesto, Juan Pablo II,
a cuya visita a Cuba en 1998 se hacen tantas referencias estos días, le
dio la comunión a Pinochet. ¿De qué estamos hablando entonces?
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