Obreros, ni divididos ni con miedo

Que sólo el 0,57% de los funcionarios gane menos de 962 euros al mes es una buena noticia, pero no convirtamos en extraordinario algo que debería ser normal. Lo increíblemente extraordinario es que en España tengamos un salario mínimo interprofesional tan indigno, por debajo de los 700 euros. Mientras el Gobierno de Rajoy ha congelado ese salario, en Francia Hollande lo ha subido un 2%, situándolo en los 1.425,67 euros brutos al mes. Dicho de otro modo, en Francia el salario mínimo supera al del buena parte, no sólo de los funcionarios españoles, sino del resto de los trabajadores.

Sin embargo, a ese hecho no miran ni Moncloa, ni ABC, ni La Razón... porque la línea argumental seguida por el Ejecutivo para imponer por decretazo sus medidas de austeridad es la comparación con otros países europeos, como hizo con el repago de la Sanidad o con la deleznable reforma laboral... Pero no hace lo mismo con las medidas que hay en otros vecinos europeos y qué podrían beneficar a la clase trabajadora... Ahí, el rasero es diferente. Imitamos lo malo, obviamos lo bueno o, desde la óptica de la Administración Rajoy, que es la de los mercados, clonamos lo bueno para la élite económica y obviamos lo que les puede quitar poder en favor de la clase obrera.

La otra estrategia del Gobierno es la del miedo, cómo no. Montoro ya amenazó ayer con la posibilidad de que no haya dinero para pagar las nóminas de los funcionarios. Pero con ambas tácticas se equivoca: ahora mismo, ni el pueblo tiene miedo ni se divide. Hoy lo veremos en la masiva manifestación que tendrá lugar por toda España contra el mayor recorte de nuestra democracia.

Y ante la disyuntiva planteada por Rajoy de "un mal o un mal peor", elijamos lo segundo que seguramente supone la dimisión -o expulsión- en bloque de este Gobierno que llegó al poder mintiendo, que gobierna mintiendo y, lo que es peor, que sigue pensando que el resultado electoral legitima sus decretazos. En absoluto. El PP ha protagonizado -y consumado- el primer golpe de Estado democrático en España -ya no resulta contradictoria esa expresión- y es labor del pueblo reestablecer el orden.