Amancio, qué ricura

Hace mucho tiempo que me rendí a la evidencia de que, salvo por una buena lotería, es imposible hacerse rico de manera honrada. Hoy todos los diarios recogen la noticia de Amancio Ortega como el tercer hombre más rico del mundo. La cifra de su riqueza, 2.044.738 salarios medios de españoles, resulta obscena en esto tiempos, pero más obscenos se me antojan quienes alaban la figura del gallego como un ejemplo a seguir.

No encuentro nada de admirable en acumular denuncias públicas por trabajos precarios o las sospechas de esclavitud en sus talleres de Brasil. No me impresiona, más bien me asquea, informes como el de la ONG Setem que denuncia cómo Inditex paga a sus empleadas de Tánger (Marruecos) menos 180 euros al mes por 65 horas de costura. Cómo ese “modelo a seguir”, estudiado en Escuelas de Negocio elitistas, exige horas extras sin remunerar a sus empleadas marroquíes, acumulando jornadas de 12 horas, 6 días a la semana. Incluso, desvela el informe, cómo la gallega y otras firmas españolas (El Corte Inglés, Cortefiel, Mango…) emplean -que no contratan- a menores de 16 años con pagas aún inferiores a la citada.

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