A principios de septiembre sabremos si Madrid o Barcelona se
convirten en la nueva ciudad del pecado de Europa con la llegada de
Eurovegas. Sin embargo, existe otra ciudad en el Viejo Continente que
podría hacerse con la misma denominación, aunque por motivos diferentes
-a pesar de que los británicos, sólo en máquinas tragaperras, se gastan
al año la friolera de un millón de libras-. Me refiero a Londres, donde
el pecado, la culpa, la acusación y el castigo han pasado a formar parte
activa del londoner.
Reino Unido es uno de los países que encabezan en Europa la política
del castigo -esta misma semana conocíamos que la mayor parte de sus
cárceles sufren superpoblación-, de la intimidación. Londres, en
concreto, ostenta la marca de ser la ciudad europea con más cámaras de
videovigilancia (unos cuatro millones de dispositivos, según cifras
oficiosas) y buena parte de la ciudadanía aplaude la medida. Las 5.000
cámaras que se reparten por las carreteras a la caza de infractores
podrían dejar de estar públicamente identificadas, pasando a ocultar sus
ubicaciones en un intento por aumentar las sanciones. Si usted pasea
por la noche en Londres y se le ocurre detenerse más de la cuenta en
frente del jardín de una casa para ver uno de los zorros que corretean
por la ciudad al caer el sol, no se sorprenda si sale el vecino, iPhone
en mano, y le saca un par de fotos antes de decir ‘buenas noches’, por
si es un merodeador (experiencia real, me temo).
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