Cuando lo legal no es lo correcto

Una de las pintadas más famosas de Mayo del 68 rezaba “la obediencia empieza por la conciencia y la conciencia por la desobediencia”. Corren tiempos en los que es bueno recuperar la cita anónima, ahora que por toda Europa está tratando de asentarse una nueva corriente política, un modelo más parido de este capitalismo caduco, que Ignacio Ramonet ha bautizado como “democracias autoritarias”. España es un buen ejemplo del advenimiento de este modelo en el que el Estado comete el error de imponer al ciudadano la obligación de obedecer antes, incluso, de saber qué es lo que va a mandar. Y lo hace, a sus ojos, con el peso de la ley que le otorga una mayoría absoluta conseguida en las urnas.

A pesar de que en absoluto es un tema menor pero obviando la llegada fraudulenta del PP al poder -incumpliendo todo su programa electoral-, ¿qué sucede cuándo esa ley en la que se escuda el Gobierno no es correcta? Decía Santo Tomás de Aquino que la ley injusta no es ley, sino una corrupción de ésta. Llegados a ese extremo, ¿qué legitimidad real puede tener esa ley? ¿Que obligación moral tiene el individuo para con esa ley? La única que cabe es desobedecerla, porque de hacer lo contrario, esto es, seguirla al pie de la letra, lo único que haría es contribuir al perjuicio de la colectividad.

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