Los Goyas y las cabezas que deben rodar

(EFE)
En lo que llevo de día he leído numerosos comentarios criticando el hecho de que la ceremonia de los Premios Goya volviera a convertirse en un clamor contra la injusticia social, contra los recortes salvajes del Gobierno y, en definitiva, contra un sistema que está destruyendo por completo a la sociedad, a las personas. Personas que con nombres y apellidos, con padres, madres e hijos; esos que se esconden bajo las cifras, detrás de conceptos de competitividad, flexibilidad y austeridad que tanto les gusta pronunciar a nuestros gobernantes.

El mundo de la cultura siempre ha jugado un papel fundamental en la defensa del pueblo, en las denuncias contra los abusos del poder y contra la decandencia de la clase política. ¿Qué fueron si no la Generación del 98 o la del 27? Esas que se nutrieron de autores con los que ahora presumen los pseudo intelectuales más conservadores y que, si hoy vivieran, harían trizas al Ejecutivo de Rajoy y a las imposiciones neoliberales de Merkel.

En plena era audiovisual, el cine parece haber tomado el relevo de la literatura y precisamente por eso surgen voces como Candela Peña, Javier Bardem, Maribel Verdú, Willy Toledo o  Fernando León de Araona, entre muchísimos otros. Y, evidentemente, por eso son tan criticados por los sectores más conservadores, porque éstos se sienten amenazados ante un mensaje que llega a absolutamente a todas las clases sociales, a una audiencia tan amplia que es inevitable que se respire cierta atmósfera de motín a bordo. Bendito motín y bendita revolución ciudadana.

Y corroborando alguna de las críticas de esos sectores más conservadores, es cierto que muchas de estas voces críticas desde el mundo del cine probablemente son incoherentes con su propio tren de vida pero, ¿carecen por ello de sentido sus críticas? En absoluto, más aún si consideramos que en mayor o menor medida, esa incoherencia está extendida en buena parte de la sociedad, en detalles en los que a veces no reparamos, como en denunciar la explotación laboral y seguir comprando en Zara, por ejemplo.

Por este motivo, criticar está bien y aplaudir críticas como las de los Goya es positivo, pero este camino no es un sprint, es una carrera de fondo en la que al tiempo que deben rodar cabezas en los estamentos más altos del mundo de la política y la empresa, en la sociedad, nosotros también tenemos que avanzar en nuestra travesía. No lo olvidemos, porque tanto como avancemos, más cabezas rodarán arriba.
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1 comentario

  1. Francisco Javier González18 de febrero de 2013, 14:33

    Me parece bien que éstos actores que mencionas se hayan expresado de forma abierta (y, por lo que parece, sincera) en contra de lo draconiano de la situación, pero posturas como la de González Macho (que primero se refiere a este tipo de actividades reivindicativas como posible "perjuicio para el oficio" para luego citar a Unamuno y su "la libertad que hay que dar al pueblo es la cultura") parecen apuntar a un organigrama cobarde y oportunista, temeroso de sacar demasiado los pies del tiesto. Habida cuenta de mis eternas sospechas respecto a las "academias", alfombras rojas y discursos de cara a la galería, me quedo definitivamente con la postura de Tristán Ulloa.

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