Educar hijos pensando en lobos


Domingo. 13:15 de la tarde y el parking repleto de coches no barrunta buenas noticias, más aún considerando que el sábado, al menos en dos ocasiones, y ese mismo día a las 9:30 horas se produjeron tandas como la que en 15 minutos iba a tener lugar. Entro en el hall de un ostentoso hotel, uno de esos de grandes cadenas hoteleras, en el que un inmensa jirafa de metal da la bienvenida desde el centro de la recepción. Al entrar en la sala que me indican, se confirman las sospechas: más de medio centenar de personas, casi todos británicos por debajo de 25 años, abarrotan la habitación. Ni siquiera hay sillas suficientes para todos y los candidatos se reparten apoyando sus espaldas contra la pared.

Tras esperar 10 minutos nos reparten en varias salas, solicitándonos antes el pasaporte y entregándonos una pegatina con nuestro nombre, para identificarnos pegándola en el pecho. Nos dan la bienvenida y nos hacen saber que hoy estamos allí porque ya hemos pasado una primera criba. Primer ejercicio: cada candidato ha de escoger pareja y seleccionar un valor, justificarlo y posteriormente exponer ante todo el grupo los argumentos de la pareja. "Me encanta lo que hago", "Atención al cliente", "Trato Amigable", "Siempre sonriente" o "Cada céntimo que paga merece la pena" son sólo algunas de las opciones. Elegida una de ellas, nos indican que hay que explicar por qué lo hemos hecho y poner un ejemplo de cómo lo hemos aplicado  en alguna ocasión a nuestro trabajo.

Mi pareja es Jonathan, un inglés veinteañero que estudia criminalística. Selecciona "Atención al cliente" y me cuenta su particular versión de "el cliente siempre tiene razón" y cómo esa fue su máxima en una cafetería donde trabajó. Comienzan las exposiciones y las parejas se pisan unas a otras por ser las primeras. Mostrar iniciativa es importante, como lo es marcar en todo momento una amplia sonrisa de oreja a oreja.

Segundo ejercicio del día. Somos tantos que nos hacen colocarnos en fila india según nuestro día y mes de nacimiento. La fila es interminable y, entonces, van numerando sucesivamente: 1-2-3, 1-2-3, 1-2-3... Forman grupos con las personas que tengan el mismo número y nos entregan rotuladores y un pliego gran de papel. Trabajo en equipo: hay que planificar la puesta en marcha de un restaurante, desde su nombre a ubicación, tipo de comida, decoración, etc.

Mientras, los responsables de la compañías van de una a otra mesa escuchando cómo se trabaja en equipo, quién aporta ideas, quién lidera... y todos, ada vez que aparece el tipo con sus anotaciones, parecen querer satisfacer esas expectativas, volcándose con el proyecto y tratando de llevar la iniciativa eclipsando al resto... eso sí, sin borrar la sonrisa del rostro y maravillándose por las ideas ajenas como si poner un sombrero de cowboy a las camareras fuera el descubrimiento del siglo.


¿Comida árabe? El kebab
Mi grupo, todos ingleses, optan por la comida estadounidense y, en un alarde de originalidad, optan por llamarlo American Way. En esa misma línea, todos parecen encantados con la idea de decorar sus paredes  con la bandera de EEUU. Entonces, y posteriormente en las exposiciones del resto de grupos -los grupos salen al 'escenario' y todos sus miembros han de exponer-, constanto la cultura culinaria de mis colegas: por comida de EEUU entienden los nachos y tacos; por italiana, básicamente, la pizza y la lasaña; y por árabe el kebab.

Para entonces llevamos casi hora y media de entrevista. Discurso con diapositivas explicando lo maravilloso que es trabajar en la compañía, los seis meses de formación y de prueba que tendrán los seleccionados, qué se espera de los elegidos y cómo han de cumplir con unos cánones de apariencia física. Y entonces, tercer ejercicio del día. Nos vuelven a repartir por equipos y nos entregan a cada uno listado con diferentes modalidades de grupos, desde "ministros del Gobierno" una "familia", una "manada de lobos", la "tripulación de un barco", un "equipo de rugby" o una "banda de gangsters", entre muchos otros. Cada uno por separado ha de ordenarlos de más a menos individualismo y después llegar a un consenso por equipo. El mío termina eligiendo "la manada de lobos" como el menos individualista. No podía ser de otro modo. Otros prefieren la "familia" y hacen un alegato de la misma que ni Benigno Blanco, oiga.

Educar a un hijo
Tras la exposición y a punto de cumplir tres horas desde que llegamos allí, comienzan las entrevistas personales, no sin antes haber rellenado un cuestionario sobre número de horas y meses al año en que puedes trabajar, así como si cuentas ya con vacaciones de verano reservadas. Cuando al final llega mi turno me topo con una responsable de la compañía que me lanza preguntas predecibles del tipo "¿Por qué deberíamos seleccionarte?" o "¿Cómo crees que ha sido tu rendimiento esta mañana?" a otras más inesperadas, como "¿Qué crees que es importante en la educación de un hijo?".

Termina la jornada. Tres horas y 10 minutos desde que llegara al parking, que ya no está tan lleno. Así es un proceso de selección para servir perritos calientes en un parque temático de, según ellos mismos, la segunda multinacional más importante del mundo del sector tras Disney World... por 6 libras con 23 céntimos la hora, tan sólo cuatro céntimos más de lo que marca el salario mínimo nacional y 2 libras con 32 céntimos menos de lo que el Estado considera un salario digno para vivir en Londres.Y la sonrisa, que no se borre nunca.
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