Del fin de ETA a un nuevo terrorismo obrero


El clamoroso éxito de ayer de la huelga del sector educativo en pleno ha hecho que el Gobierno aplace la LOMCE y Wert tenga que trabajarse un poco más su reforma. En realidad, no se busca mejorar la ley, tan sólo no provocar un nuevo estallido social que recrudezca aún más la primavera caliente que ya anticipó la Policía que habría en España. El malestar del pueblo español es más que evidente, la ruptura social es un hecho y la división entre la élite económica y la clase obrera cada vez más grande.

Puestos en lo peor y ante la continua indiferencia del Gobierno de Rajoy, ¿se escuchan tambores de guerra civil o de golpe de Estado? No, no parece probable pero justo ahora, en el ocaso de ETA, ¿podría alumbrarse una nueva banda terrorista?

Antes de continuar con este post, es importante recalcar que éste no se concibe como apología de la violencia, ni de la potencial del pueblo que aquí se expone y mucho menos de la que ya está ejerciendo el Gobierno de Mariano Rajoy.

No pasa un sólo día sin que el Gobierno del PP no se vea salpicado por algún caso de corrupción -con el intocable Aznar tocado-, sin que el Ejecutivo vuelva a imponer su dictadura democrática con casi medio centenar de decretos ley al año o sin que conozcamos un nuevo caso de un banco o de un gran empresario que abusa de su clientes o sus trabajadores de manera impune o, incluso, con el respaldo de los tribunales.

El ciudadano de la clase trabajadora se siente indefenso, independientemente de la situación en la que se encuentre. Si tiene trabajo, porque ha de tragar con cualquier cosa que el empresario quiera imponerle, como trabajar más horas por menos sueldo o impedirle ir a la huelga so pena de despido procedente. Si no tiene trabajo, porque ya no le llegan ayudas y la sombra de una ley hipotecaria ilegal según la UE puede terminar de destrozarle la vida.

Ya hemos sido testigos de varios suicidios de gente desesperada, de personas que no veían más salida que la muerte. Y en esta situación resulta curioso que ninguno de ellos decidiera llevarse consigo a la tumba a quien no tuvo piedad con él, a quien en realidad le empujó a saltar de la azotea, como un director de banco que le timó con preferentes, por ejemplo. Y es que ese sentimiento de venganza con maquillaje de justicia es un sentimiento muy humano. ¿Lo justifico? No, pero por supuesto que lo entiendo.

Y el malestar es tan generalizado que el otro día me sorprendi en amena conversación valorando la posibilidad de una guerra civil en España, quizás no ahora, que quienes podrían llevarla a cabo aún sienten el horror de la que ya sufrió nuestro país pero, ¿qué podría pasar cuando haya relevo generacional y lo más cerca de una guerra civil o una transición sea un tatarabuelo ya fallecido?

Alternativa a guerra civil
Hoy por hoy un golpe de Estado o una guerra civil se antojan imposibles, entre otras cosas, porque incluso contando con el apoyo del Ejército el poder de la Unión Europea aplastaría el levantamiento. El neoliberalismo imperante tiene demasiado peso. Y ahí es, precisamente, donde aparece otra alternativa: la banda terrorista. ¿Realmente es improbable que, ante las claras muestras de brutal represión del Gobierno y de su creciente distanciamento del pueblo, un grupo de ciudadanos se organice para actuar como una guerrilla urbana?

A fin de cuentas, la clase obrera ha hecho ya todo cuanto estaba en su mano y ni el rey ni el presidente del Gobierno se han dado por aludidos. Ni siquiera los tribunales, que siguen dando claras muestras de que la justicia no es igual para todos. ¿Cómo enviar otro tipo de mensajes para que realmente sean escuchados? ¿Es tan descabellado que un día alguien mate a un banquero que falseó las cuentas de una entidad cuando salió a bolsa, que timó con preferentes y, no sólo salió impune, sino con una cargazo en una multinacional? ¿De veras parece imposible que se produzca asesinatos ejemplares? Muertes de empresarios que ejecutan ERE con beneficios, de quienes abren concursos de acreedores y no pagan el sueldo de varios meses a sus empleados a pesar de estar forrados, de políticos cuya corrupción ha sido probada y salen de rositas porque el delito ha prescrito...

Asesinatos con recado: "si haces esto, prepárate para criar malvas".

Es crudo y, como diría Sáenz de Santamaría, "decisiones desesperadas para situaciones desesperadas", que el Gobierno, añadiría yo, no sólo no resuelve sino que empeora. Y es tan crudo como ilegal, lo sé, pero también sé que día a día se me antoja menos improbable. Ojalá no se produzca nunca, pero no porque el pueblo se resigne ante los abusos de este Gobierno, sino porque éste rectifique y realmente sea democrático y legítimo.
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