Hace unos días leía con asombro la noticia de un despite:
el del un ganador de una Primitiva de 4,7 millones de euros que olvidó
en A Coruña su boleto ganador. Ayer, incluso, la prensa británica se
hacía eco de tan tremebundo descuido, que a mi me hizo pensar en el
peligro de los despistes, llegando a la conclusión de que aún peor que
no ser conscientes de lo que realmente tenemos es, además, que lo
perdamos -o nos lo arrebaten- y ni siquiera reparemos en ello.
En la noche del lunes al martes, Amparo Amador se quitó la vida en el barrio madriñeño de Carabanchel.
Ella sí era consciente de lo que tenía y de lo que la Empresa Municipal
de la Vivienda (EMV) le arrebataba por 900 míseros euros: una casa en
la que vivía con su marido, tres hijos menores y dos nietos. 900
malditos euros que, además, su marido José quiso pagar el mismo lunes
por la mañana, con retraso, y la EMV lo rechazó, prefiriendo la opción
del desahucio... y es que a veces olvidamos los detalles, como la S del
Suelo de las siglas del organismo municipal: Empresa Municipal de la
Vivienda y SUELO.
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