Hoy traigo dos historias de ídolos. No están cogidos al azar, aunque
tampoco son una excepción. Sin embargo, viven tan escondidos en nuestra
sociedad que terminan por pasar desapercibidos. Nunca he terminado de
entender el porqué de esta falta de protagonismo, de esta carencia de
admiración general que terminamos por sustituir por la profesada a un
tipo que patea una pelota con 20 años y 7 millones de euros al año y que
cuando pierde un partido es consecuencia de haber jugado dos encuentros
en una misma semana.
La primera de las historias es la de una
profesora de lengua. Una palentina recién plantada en la cincuentena y
que ya ha superado tres décadas en la docencia. Una profesora que llegó a
ser directora y que gracias a ello y a los trienios que acumula puede
llegar a fin de mes. A duras penas, eso sí, porque vivir sola con su
hijo pequeño no es tarea fácil: Recortes de sueldo, robos de pagas
extraordinarias que prometieron ser devueltas y de las que nunca se supo
más, impagos de sueldo que tiene que reclamar por haber estado unas
semanas de baja por una fractura...
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