Ayer leí la historia de Jorge Arzuaga,
el bilbaíno de 25 años en huelga de hambre que no piensa probar bocado
hasta que dimita el Gobierno. Harto de la corrupción, de las políticas
neoliberales de austeridad del PP y del genocidio social que éstas
llevan a cabo, el joven cuenta cómo “me planteaba dos caminos, la huelga de hambre o la violencia”.
Una disyuntiva que a buen seguro más de uno se ha llegado a plantear
cambiando la huelga de hambre por cualquier otra forma de protesta
pacífica.
Precisamente hoy, en el 169 aniversario del nacimiento de Nietzsche
-que Google nos recuerda-, me viene a la memoria aquella exclamación que
el filófoso alemán escribía en una carta de 1876, “¡Acaso yo quiera ser más espíritu libre de lo que pueda serlo”!,
y que bien podría aplicarse hoy a Arzuaga. ¿Ansía el joven bilbaíno ser
más libre de lo que realmente lo puede ser? Y la respuesta es que sí,
tal y como nos encontramos hoy, no sólo por los políticos sin escrúpulos
ni moral que nos gobiernan o pretenden gobernarnos sino, además, por el
estado de enajenación mental en que se encuentra buena parte de la
sociedad.
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