CIE en Reino Unido: el infierno silenciado

El diario británico The Independent publicaba recientemente un artículo en el que revelaba cómo cerca de un centenar de inmigrantes se encuentra aún en prisión, en espera de ser deportados, a pesar de haber cumplido sus respectivas condenas. Una cifra que en menos de un año se ha visto incrementada en dos terceras partes. Sin embargo, la situación más dramática de estos presos no se da en las propias cárceles, sino en los centros de detención (la versión inglesa de los CIE españoles), en donde las condiciones de vida, según denuncian los propios inmigrantes no son las más óptimas.

La historia de Hamid, un iraní plantado ya en los 40 años, ilustra a la perfección la situación de cientos de inmigrantes ilegales que pasan por estos centros de detención de Reino Unido y que colectivos como Detention Action vienen denunciando.

Hamid llegó a Reino Unido hace ya 14 años. Huyó de su país porque “allí mi vida corría peligro” por motivos políticos. Antes de llegar a su destino definitivo hubo de pasar por Eslovenia, Italia, Francia y, finalmente, Birmingham. Su objetivo era pedir asilo al Gobierno británico y, así, en 2001 consiguió tener una entrevista con el ministerio del Interior. Sin embargo, las cosas no salieron como esperaba. “No creyeron mi historia, no creyeron que si volvía a mi país estaba amenazado de muerte y me denegaron el asilo”, cuenta Hamid.

A partir de ahí su vida se desenvolvió en la mendicidad, vagabundeando por las calles de Birmingham. Ocho años viviendo en las calles terminaron por conducirle a la droga, convirtiéndole en adicto. El hambre y su adicción fueron precisamente lo que le llevaron en 2009 a intentar robar en una tienda. “El guarda de seguridad me pilló me vi envuelto en una pelea”.

Como resultado de la trifulca, Hamid fue condenado a un año de prisión. “Sólo pasé allí seis meses”, explica el iraní, “tiempo durante el cual, a pesar de mis ruegos de auxilio, sólo me visitaron dos veces”. En ambas ocasiones, según Hamid se trataba de dos funcionarias cuyo único cometido era fotografiarle y tomarle las huellas dactilares, sin atender a ningún otro ruego. “Yo no tenía ninguna documentación y ese fue el gran error de la Home Office [ministerio del Interior], porque la embajada de Irán no acepta deportaciones sin la documentación debida”.

El infierno de Harmondsworth
Pasados esos seis meses, Hamid fue trasladado al centro de detención Harmondsworth, al que define como “un infierno”. Según el inmigrante, “la única ventaja frente a la cárcel es que tienes más acceso a internet o al teléfono móvil, pero en realidad es muchísimo peor”. Hamid asegura que estos centros de detención “son cien veces peor que la cárcel porque sabes cuándo entras pero no cuando saldrás. No hay límite de tiempo y eso te conduce a la desesperación”.

(Detention Action)
De hecho, a pesar de que cuando llegó a Harmondsworth sólo le quedaban seis meses de condena, Hamid terminó por estar recluido más de dos años en espera de ser deportado. “Estuve a punto de volverme loco, allí no saben cómo tratar a los reclusos”, denuncia el iraní que describe el centro de detención como un lugar en el que se suceden las peleas entre detenidos, las huelgas de hambre en protesta por las condiciones en que viven o, incluso, casos más extremos que él mismo presenció: “reclusos que se ahorcan o que se tragan cuchillas”.

Consultado el ministerio del Interior ante esta situación, su portavoz indicó a Publico.es que “nos tomamos muy en serio el bienestar de nuestros detenidos. Es importante que nuestros centros estén bien dirigidos, sean seguros y garanticen que nuestros presos son tratados con dignidad y respeto, siempre en el marco de unas instalaciones adecuadas”.

Sin embargo, Hamid describe una realidad bien distinta y llega a afirmar que “la cárcel es un negocio más a cargo de los contribuyentes”. El iraní está convencido de que “detrás de estos periodos de detención tan prolongados hay intereses de gente que saca tajada de ellos, pues a su alrededor hay mucho dinero en juego, en servicios, comida, etc.”. Y es que el coste de estos retrasos en las deportaciones asciende a varias decenas de millones de libras al año. Por su parte, el portavoz de Interior se limita a afirmar que “centros como Harmondsworth son vitales para ayudarnos a sacar a los que no tienen derecho a estar en el país".

Preso en la calle
En noviembre de 2011, el Gobierno de David Cameron decidió cerrar la embajada de Irán en Londres y expulsar a todos sus diplomáticos, tras el ataque que sufrió la embajada británica en Teherán. “Cuatro meses después me dejaron libre”, relata Hamid, que desde su salida se ha embarcado en una cruzada legal por lo que él considera justo. Ha tenido suerte de contar con asesoramiento legal, algo que no siempre se da en estos casos.

“El Gobierno me ha ofrecido una compensación de 17.000 libras (unos 20.200 euros) por haberme mantenido preso mucho más tiempo del debido, pero yo no quiero dinero, yo quiero mi visado para poder quedarme en el país”. El iraní se encuentra a la espera de juicio bajo la denominada Sección 4, acudiendo cada miércoles desde hace 15 meses a firmar en los juzgados.

Este régimen le otorga una habitación para vivir –“si tienes suerte en el mismo Londres, pero si no fuera”-, y una asignación semanal de 35 libras (41,70 euros) para comida, que se le carga automáticamente en una especie de tarjeta de crédito. “No nos dan dinero en metálico y el pago con esta tarjeta sólo es aceptado en determinados comercios”, explica Hamid, que lamenta que no le esté permitido buscar un trabajo para ganarse la vida. “Si las autoridades averiguan que estás trabajando, te vuelven a meter en la cárcel. En realidad, vivir así es incluso peor que estar en prisión, porque estás anclado al suelo sin poder hacer absolutamente nada”.

A pesar de todo, Hamid puede sentirse afortunado de haber llegado sólo a Reino Unido; de haber tenido familia, su experiencia podría haber sido más trágica. Tal y como advierte en uno de sus últimos informes la organización BID (Bail for Immigration Detainees), “Inmigración ha fallado sistemáticamente en la protección de los niños cuando detienen a sus padres, con consecuencias terribles para los pequeños afectados”.

En este sentido, su informe aborda el caso de un centenar de padres que se vieron separados de sus hijos (unos 200, algunos de ellos nacidos ya en Reino Unido) tras haber sido detenidos. BID ilustra casos en los que, incluso, los inmigrantes son deportados a sus países sin sus hijos, que permanecen en el país.

(Publicado en Público, Diciembre 2013)
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