No sé exactamente cuál es el motivo que me lleva a admirar a personas
de carne y hueso en lugar de a grandes celebridades, comenzando por mi
pareja, que tan pronto me hace volar como me pone con los pies sobre la
tierra. Iván Prado es una de esas personas. Quizás por
el nombre no le conozcan, sobre todo si no son gallegos, pero si les
aporto algunos datos de su vida, es posible que se hagan una idea de
quién se trata.
En 2003, Iván se encontraba en un cuarto de la limpieza de Gaza,
junto a un compañero, terminando de maquillarse y rompiendo pequeños
pedacitos de papel a modo de confeti (allí la Gürtel, como al cumpleaños
de los Sepúlveda-Mato, no había llegado).
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