Revivir la muerte de Whitney Houston en persona


El olfato es uno de los sentidos más poderosos con que contamos, hasta el punto de que los olores están ligados a una parte del cerebro que regula la memoria y las emociones.. Este año, el Laboratorio de Neurogenética de la Universidad de Rockefeller de Nueva York publicaba los resultados de una investigación que revelaba que el ser humano es capaz de distinguir cerca de un billón de olores. El experimento se realizó con 26 personas a las que se sometió a combinaciones complejas de 128 moléculas odorantes y consiguieron encontrar hasta 264 comparaciones con olores conocidos. Si el peso del tacto en nuestros sentidos es de un 1%, el oído un 2%, la vista un 5% y el gusto un 15%, el olfato se desmarca con un 35%, erigiéndose como el sentido más fuerte de todos.

Así, no sorprende que el neuromarketing se haya aprovechado de ello, dado que somos capaces de recordar el 35% de lo que olemos frente a sólo el 5% de lo que vemos o el 2% de lo que oímos. Los grandes almacenes juegan con este sentido para estimularnos a comprar más e, incluso, algunos establecimientos hoteleros ya han situado el olor como uno de sus factores de caché.

Ahora, los científicos de la Universidad Avans Ciencia Aplicada de Breda (Holanda) ha dado una vuelta de tuerca al poder de los sentidos. En concreto, han recreado las sensaciones de algunas de las más famosas celebridades en el último momento antes de morir. El común denominador es que todas ellas son muertes trágicas, desde la de Kennedy (1963) o Lady Di (1997) a Gaddafi (2011), pasando por Whitney Houston (2012).

La instalación, que pudo verse ya durante la feria Open Air en Berlín, se expone ahora en el MOTI (Museo de la Imagen) de Breda y sus planes pasan por convetirse en una exposición itinerante por toda Europa. Esta propuesta tan peculiar se compone de cuatro grandes cajones de metal, como si de los de una morgue se tratara, en los que los visitantes se introducen. Estos cajones se conectan a unos conductos que van a parar a unas botellas que contienen unos olores presurizados. Una vez allí y durante unos cinco minutos en los que están totalmente a oscuras, los visitantes son sometidos a las sugestiones de olores y sonidos.


Así, por ejemplo, la muerte de JFK se recrea con el olor del viento de otoño, la hierba, el cuero de los asientos,el perfume dulzón de Jacqueline Kennedy... A esas sensaciones les suceden el olor de los gases del tubo de escape, el aroma rancio de la limusina y, finalmente, un olor acre, metálico, recordando a la sangre, para terminar con el de la pólvora.

A este planteamiento tan morboso para mostrar el poder del olfato se suman otras recreaciones, como la del último estertor de la cantante Whitney Houston, muerta según el informe forense por ahogamiento accidental, víctima de la cocaína y un corazón muy débil. Imaginen estar metido en el cajón metálico y comenzar a escuchar el chapoteo del agua, acompañado por una profunda bocanada de desinfectante de hotel. Luego, esencia de aceite de oliva, como la que utilizaba la cantante para relajarse en su bañera y, a continuación, un penetrante olor químico para recordar a la cocaína, como si ésta agarrara al ocupante por el cuello, sonidos de agua corriendo y, de golpe, de nuevo el silencio.

¿Que podían haber conseguido el mismo objetivo, que es mostrar el poder del olfato, con otra temática? Desde luego, pero seguramente no habría atraído la atención de tantos visitantes que, de otro modo, rara vez pisan un museo. Quién sabe, igual esta instalaciónse deja caer por España en 2015.
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